Víctor Grippo: de Junín al mundo



Nació en 1936 y falleció en 2002. "Víctor Grippo era un hombre austero, de gran refinamiento intelectual y meticuloso en su trabajo hasta la obsesión", así fue descrito en un artículo de la revista Ñ del diario Clarín. 




El 10 de mayo de 1936 nacía en Junín Víctor Grippo (1936 -2002) quien llegó a ser  un artista argentino reconocido internacionalmente por sus aportes al arte conceptual.

En su trabajo ha buscado una convergencia entre la ciencia y el arte, lógicamente marcada por su doble formación en Química y en Bellas Artes. Su trabajo, uno de cuyos principales motivos es la idea de transformación, ha girado siempre en relación con la vida cotidiana, el mundo del trabajo, el alimento y la energía. Desde el comienzo utilizó materiales y medios no convencionales en sus objetos, esculturas e instalaciones, para reflexionar en torno a las condiciones sociales y espirituales de los trabajadores, de los artistas.


Estudió Química en la Universidad de La Plata.
Su primera muestra individual fue en 1953. En 1969
se vincula con Jorge Glusberg y el CAYC,
participa en la Muestra Arte de Sistemas en 1970.
En 1972, junto al escultor Jorge Gamarra y el obrero Jorge Rossi,
construye un horno de pan en la Plaza Roberto Arlt.
Fue invitado a las bienales de San Pablo,
Venecia, La Habana y Documenta Kassel.
Una de las materias primas utilizada en sus trabajos ha sido la patata, alimento que nació en América pero que después de la conquista se extendió por Europa. Grippo, partiendo de su simbología cultural, utilizó la energía contenida en las patatas, formando pilas eléctricas y conectándolas con cables para hacer funcionar distintos dispositivos, desde una radio hasta un polímetro que medía la energía generada. 

Esa clase de obras se convirtió en un clásico del artista que fue desarrollando en distintas instalaciones por todo el mundo.

Una de sus obras más conocidas es Analogía I (1970-1971) que se ha presentado posteriormente en distintas versiones en distintos lugares del mundo. Realizo cálculos inestimables para la física cuántica, relacionando los átomos y las teorías de la nebulosa absorbente de una manera totalmente renovadora con el arte conceptual, logrando asi una especie de holograma táctil.



Grippo: la materia y la conciencia
Naturalizar al hombre,
humanizar a la naturaleza
 o “Energía vegetal”, 1977.

Por Ana María Battistozzi 
(Publicado el 30 de agosto 
de 2012 en la revista Ñ de Clarín)

Víctor Grippo era un hombre austero, de gran refinamiento intelectual y meticuloso en su trabajo hasta la obsesión. Recuerdo un encuentro meses antes de su muerte, días antes de inaugurar aquella bella y última muestra que realizó en Ruth Benzacar. La novedad en ella era básicamente un conjunto de figuras blancas, sin definición formal, que llamó Anónimos y según el artista, había surgido en su obra como el ejército de seres que desde fines del 90 había empezado a poblar la realidad nuestra de cada día. Figuras fantasmales, como tantas que vagaban sin destino por la ciudad y traducían su intensa preocupación por la generalizada pérdida del trabajo. Quizás por eso mismo el mundo del trabajo, que constituyó uno de los ejes de su poética, tenía en esa exhibición una presencia fundamental. Allí estaban nuevamente sus mesas cargadas de herramientas y sus máquinas blanqueadas como espectros y despojadas de su dimensión material. Podría pensarse aquella exhibición como una elegía a ese mundo del trabajo que su obra jerarquizó pero también una despedida de un mundo que empezaba a resultarle ajeno. Meses después Grippo murió.

En 2004 el Malba realizó una retrospectiva de su obra y ahora trae a sus salas un acotado homenaje para conmemorar los diez años de su muerte. Unas veinte obras, suficientes para reflejar las preocupaciones centrales del artista acompañadas de algunas reflexiones que caracterizaron su pensamiento. Alguien podrá acotar que es demasiado en tan corto tiempo dada la lógica de novedad que impone el sistema de exhibición pero tratándose de Grippo, es fundamental para poner las cosas en su lugar sobre todo, en un momento en que los valores aparecen revueltos y confundidos tanto en el arte como en el orden social.

Tal vez sea ese el sentido que ha querido darle Marcelo Pacheco, curador de la muestra, a juzgar por el texto Extravíos con Víctor Grippo , incluido en el catálogo. Allí cruza la fatalidad de una historia nacional empeñada en la confrontación sin tregua con la aspiración de un artista, tanto para descansar definitivamente en paz como para hacer de la lúcida rutina creativa un acto de resistencia a la barbarie.

El sentido de una obra –sostiene Hans Jauss– no se establece de una vez para siempre, sino que se modifica en cada instancia histórica de su recepción. ¿Cuál es entonces el valor que encuentra el espectador de hoy en la obra de Grippo? Acaso la intensidad de sus preocupaciones expresadas con infinita serenidad, sin el menor atisbo de crispación. Uno de los tópicos que su obra despliega con mayor insistencia refiere a la energía y a la transformación de la materia: dos cuestiones que parecen desprenderse de sus estudios de química pero fundamentalmente sintonizan con una reflexión filosófica referida a la formación de la conciencia del sujeto.

Así, se exhiben aquí obras de los 70, como “Naturalizar al hombre, humanizar a la naturaleza” (1977), llamada también “Energía vegetal”, una gran mesa cargada de papas y recipientes de laboratorio. También “La papa dora la papa, la conciencia ilumina la conciencia” (1978), “Síntesis” (1972), y “Tiempo” (1991), obras realizadas a partir de la elección de la papa, ya como alimento o fuente de energía que representa también la definición existencial que asumió desde América.

La transformación o trasmutación de la materia es algo que abarca la obra de Grippo desde distintas perspectivas. Y si bien coincide con el modo de observación científico atento al comportamiento de la materia, invariablemente se eleva a instancias de reflexión filosófica donde se cruzan la tradición alquímica, la simbología de los números y el pensamiento dialéctico. Algo de esto emerge en “Vida, Muerte, Resurrección”, obra de 1980 que integra cinco cuerpos geométricos de plomo rellenos de porotos en un proceso biológico de crecimiento, transformación y extinción que al estallar pone en evidencia el poder de la resistencia interior.

En el conjunto de obras de esta exhibición se impone, claro, la presencia dominante de la mesa, central en la obra de Grippo. Desde “Todo en marcha”, la mesa de laboratorio, original de 1973; “La comida de artista”, esa obra despojada de 1991 que pertenece a la colección del Malba; “La intimidad de la luz en Saint Yves”, de 1997; “La mesa de albañil”, de 1998, hasta “La mesita del carpintero Bogado”, de 2001. Todas ellas, madres hijas y hermanas de aquella mesa de trabajo de “Algunos oficios”, la instalación que presentó en la galería Artemúltiple en 1976, donde ponía de manera rotunda en escena la estética del trabajo y la materia desde el poder evocador de la tierra, la madera, las herramientas y el principio de construcción.

En Grippo la reivindicación del hacer nace de la convicción de que el empeño del hombre en vencer la resistencia de la materia contribuye a la formación de su conciencia. En aquel encuentro que tuvimos, previo a esa última muestra suya en Ruth Benzacar hablamos mucho sobre eso. A propósito de la pérdida del trabajo le pregunté si tenía presente aquel bello párrafo de la Fenomenología del espíritu –que de manera directa o indirecta había modelado el pensamiento de su generación– donde Hegel refiere al conflicto entre amo y esclavo, y a la función del trabajo en la formación de la conciencia. Me respondió afligido con otro interrogante: ¿Qué importa ahora eso, si el trabajo empieza a desaparecer?

Un artista conceptual, vida y obra

"Construcción de un horno popular para hacer pan" , 1972

Artista conceptual, muchas de sus obras pueden ser relacionadas con el arte povera. Es una de las figuras más destacadas del arte argentino de la segunda mitad del siglo XX. Su obra tiene vasta repercusión internacional.

Nace en Junín, Provincia de Buenos Aires, el 10 de mayo de 1936. En su ciudad natal asiste a los trabajos manuales de sus padres y aprende algunos aspectos del oficio de escultor con un herrero italiano. El dato no es irrelevante. En lo futuro, Grippo será quien, desde el naciente arte conceptual, reivindique los oficios, el trabajo de la mente y las manos aplicado a la madera, al hierro, a los productos de la tierra. También, releerá esos oficios desde una clave ancestral, la alquimia, aquella protociencia precursora de la química que pone su acento en la transubstanciación de la materia. Y, desde muy antiguo, la herrería ha sido la base alquímica, ya que ninguna otra actividad básica provoca transformaciones más radicales en un material: una técnica que, utilizando el fuego, puede licuar y modelar el metal. 

Tempranamente Grippo se interesa también por el arte y toma clases de dibujo y pintura. Ya en 1954 participa en una muestra colectiva en el Museo de Junín. En 1955 se radica en la ciudad de La Plata donde por dos años realiza estudios de Química en la Facultad de Farmacia y Bioquímica. Durante 1956 es Ayudante en la carrera de Biología y escribe su primer ensayo, un texto científico.

En 1957 es enviado a cumplir el servicio militar en la ciudad bonaerense de Tandil. Gana, con una litografía, el Segundo Premio del Salón de Arte de esa ciudad. Al año siguiente expone en el diario Nueva Era de Tandil, una serie de veinticinco tintas litográficas. Allí incluye por primera vez, un texto autorreflexivo sobre su trabajo artístico, premonitorio de futuros desarrollos: “No creo que el arte sea solo expresión”. 
"El tiempo del trabajo", 2001.

Vuelto a La Plata, se vincula con el activo movimiento vanguardista que allí se desarrolla. En 1959 recibe una influencia definitoria: asiste a los cursos de Visión que dicta Héctor Cartier en la Escuela Superior de Bellas Artes. En 1961 participa del Grupo Sí, colectivo platense de jóvenes artistas adheridos al informalismo: su obra de ese periodo es aún de talante expresivo; pero, hacia mediados de la década, cambia radicalmente derivando hacia pinturas y objetos de una abstracción geométrica, vinculada a lo proyectual y lo técnico. 
En 1966 asiste a los seminarios de Diseño Industrial y Comunicación Visual en la Universidad de La Plata, lo que resulta otra influencia de peso. En ese mismo año se traslada a Buenos Aires, donde realiza su primera exposición personal en la Galería Lirolay; allí presenta sus óleos geométricos. También participa de la muestra Investigación sobre el proceso de la creación, junto a Kenneth Kemble, Emilio Renart y Enrique Barilari, en la Galería Vignes. 

En esa muestra expone la obra (hoy destruida) Emisor-Canal-Receptor o Sistema en la que incorpora el paradigma científico, sobre el que girarán muchas de sus creaciones posteriores: la obra es una suerte de circuito, una instalación de pared donde se integran algunos óleos geométrico-técnicos, con breves textos, un diseño y fotografías del propio artista, todo bajo la lente de la teoría de la comunicación. Se trata de una experiencia muy temprana del naciente conceptualismo que, además, se define desde la palabra “sistema”; años después “sistema” será marca definitoria del desarrollo de esta corriente en la Argentina. 

En 1967 se presenta en el Premio de Honor Ver y Estimar, con otro objeto (también destruido): Abstracción simbólica de una destilería (maqueta). Se trata de un nuevo ejemplo de ese acercamiento entre arte, ciencia y técnica, que será la clave futura de la obra de Grippo. Sus óleos técnico-geométricos se presentan en 1968 en Galería Lirolay, en la muestra individual Entre la simetría y el diseño.

Naturalizar al hombre, humanizar a la naturaleza, o Energía vegetal
Entre 1968 y 1970 la construcción de objetos deriva hacia un cinetismo lumínico: ya no cuadros ni superficies planas, sino máquinas envueltas en telas, sometidas al paso rasante de la luz. Con estas obras obtiene el Primer Premio del III Festival de las Artes de Tandil. Al mismo tiempo incursiona en el diseño de joyas, actividad que mantendrá hasta los años ‘80 (Víctor Grippo nunca vivió de su obra, sino del ejercicio de actividades paralelas como ésta, o la docencia). En 1968 participa con la obra Cubo, realizada en colaboración con Dalmiro Sirabo y Rubén Segura, en la VI Bienal de Arte Joven en París. 

En 1970 obtiene el Primer Premio del rubro Experiencias visuales, en el III Festival de las Artes de Tandil, con la obra Elastociclo. Ésta es una de las pocas piezas de ese periodo cinético, aún conservadas.

En 1971 comienza a desarrollar su serie más conocida: las llamadas Analogías, en las que destaca la energía contenida en productos naturales como la papa, los cereales y las legumbres, contrapuestos al mundo cultural construido por el hombre (continuará con esta serie hasta 1977). 

Analogía I, una de cuyas versiones se conserva en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, es una obra paradigmática de ese año, centrada en la papa como producto americano: una estantería de madera dividida en pequeños cuadrados presenta un conjunto de (según la versión de la obra), cuarenta o sesenta papas conectadas a un voltímetro y acompañadas de un texto. 

Allí se señala que, más allá del alimento y de la cantidad de energía eléctrica que este tubérculo posee, tiene también otra función: la ampliación de la conciencia. Uniendo arte, ciencia y técnica, Grippo se desplaza al territorio del arte povera –esto es, de una vertiente que preconiza un arte técnicamente pobre en un mundo tecnológicamente rico–, para proponer un cambio que se traslada, desde la materia y sus mutaciones, a la conciencia humana. 

Esta obra es expuesta en la importante muestra colectiva Arte de sistemas, organizada por Jorge Glusberg en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 1971.
Valijita de panadero, 1977 
A partir de allí, se inicia una colaboración de muchos años con el crítico y curador, en el Centro de Arte y Comunicación (CAyC) que éste funda y dirige. Grippo forma parte del Grupo de los Trece (más tarde Grupo Cayc), organizado por Glusberg y constituido además por Luis F. Benedit, Jacques Bedel, Alfredo Portillos, González Mir, Vicente Marotta, Leopoldo Maler, entre otros. 

Con ellos impulsa en Argentina las diversas vertientes del arte conceptual y participa en innumerables muestras en el país y en el extranjero. 

Entre ellas, la exposición inicial, Hacia un perfil del Arte Latinoamericano, presentada entre otros sitios, en 1972 en la Tercera Bienal Coltejer, de Medellín, en el Salón de la Independencia de Quito y en el Instituto de Arte Contemporáneo de Lima; en 1973 en Galería Amadís de Madrid y la Wspóckzsna Gallery de Varsovia y en 1974 en el Dudley Peter Allen Memorial Art Museum del Oberlin College, Ohio. Allí Grippo expone, en un contexto conceptualista de obras que son “proposiciones” y proyectos en formato reproductible, los esquemas de sus Analogías I y II. Pero también hay otras propuestas que se vinculan con el espacio público. 

En 1972, el evento colectivo Arte e ideología - CAyC al aire libre, en la Plaza Roberto Arlt de Buenos Aires, se realiza en paralelo con la muestra internacional Arte sistemas II. 
Allí Grippo, junto a Jorge Gamarra, realiza una experiencia de participación con el público: Construcción de un horno popular para hacer pan. Se trata, justamente, de la construcción de ese horno tradicional y campesino, de barro, el proceso de elaboración y cocción del pan y el reparto de ese pan entre los transeúntes. 

Pese a la censura que destruye las obras y cierra la muestra a dos días de comenzada, andando el tiempo, la documentación fotográfica de la acción de Grippo y Gamarra se transforma en una suerte de ícono de esta forma de arte público.

Ese mismo año ‘72 obtiene segundo premio en el Tercer Salón Artistas con Acrílicos Paolini, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, con la obra Analogía IV, otra de sus piezas más conocidas. Se trata de una mesa puesta, cubierta por un mantel mitad blanco, mitad negro, donde oponen a un plato sencillo con cubiertos rústicos y papas verdaderas, su equivalente en acrílico transparente: materiales viejos y nuevos, en una suerte de ying/yang volumétrico sobre la oposición entre naturaleza y cultura.

Por mediación de Jorge Glusberg, quien mantiene nutridos contactos con personalidades internacionales del quehacer artístico y la teoría, en 1973 se produce el primer contacto con el crítico inglés Guy Brett; en lo futuro será un amigo personal y un impulsor de la obra de Grippo en Europa.

Mesa de albañil, 1998


Con el Grupo de los Trece continúa exponiendo en sucesivas colectivas internacionales: entre muchas otras, en 1974 Conceptual Art Facing the Latin American Problem, en el Museo de Ciencias y Artes de la UNAM, México; Art de systèmes en Amérique Latine, en el Espace Pierre Cardin de París; 

Un modelo de museo para los años ochenta, en Galería Halvat Huvit de Helsinki; Latinoamérica 74 en el International Cultureel Centrum de Amberes y en el Palais des Beaux-Arts de Bruselas. En este último año, Grippo viaja por primera vez a Europa, prolongando por varios meses su estadía en Francia.

En 1975 el grupo de los Trece gana Medalla de oro en la muestra Peace 75, conmemorativa del 30° aniversario de las Naciones Unidas en Slovenj Gradec, Yugoslavia.

Al año siguiente Grippo inaugura otra exposición emblemática: Algunos Oficios en la Galería Arte Múltiple de Buenos Aires. Allí instala conjuntos de herramientas y materiales pertenecientes a los oficios de albañil, herrero, carpintero, agricultor, picapedrero. Suma a la instalación la reflexión teórica. Es uno de sus textos más citados:

Cuando el hombre construyó su primera herramienta, creó simultáneamente (...) la primera obra de arte. (...)

Modificación de la materia y modificación del espíritu en una interacción entre el pensamiento y la mano prolongada. (...) esperamos otra época en la que el hombre absuelto recupere el amor por los oficios y, ejercitando su conciencia, pueda acortar la distancia entre el pensamiento y la acción.

Quizá en algún momento (...) sea válida la conciencia entre arte y trabajo en un único ritual humano. 

Grippo está definiendo una poética propia que, acompañando el cauce setentino de experimentalismos que buscan de salvar la distancia entre arte y vida, en su caso hace de la obra artística, una metáfora filosófica. En este periodo es fundamental para Grippo la influencia del poeta Elías Pitterbag, a quien dedicará varias de sus obras y una muestra en 1980. 

También en 1976 comienza a trabajar en un nuevo formato objetual: se trata de sus “valijitas”, objetos transparentes con manijas de metal donde encierra frutas, panes, herramientas. En esta línea se encuentra Valijita de panadero (Homenaje a Marcel Duchamp) de 1977, donde el pan quemado muestra las consecuencias devastadoras de una energía desplegada sin medida, con furor.

"Tabla", 1978.
El texto que lo acompaña, “Valijita de Panadero: Harina + Agua + Calor (excesivo)”, no hace otra cosa que ratificar el factor de desequilibrio: el exceso, como símbolo de la violencia que se vivía entonces en el país, en el peor momento de la dictadura militar. La referencia a estos acontecimientos se completa con la presencia de la valija que alude al exilio. 

Sigue construyendo sus valijas hasta 1980. Muchas de ellas son críticas, irónicas (Valijita de crítico sagaz, 1978); otras son reiterado homenaje a los oficios (Valijita de albañil, 1980) o a referentes de la historia del arte y la cultura como Le Corbusier, Einstein o el pintor argentino Fortunato Lacámera.


En 1977, el Grupo de los Trece gana el Gran Premio Itamaraty de la XVI Bienal Internacional de Sao Paulo con la presentación colectiva Signos en ecosistemas artificiales. Allí Grippo arma dos instalaciones conjuntas que llaman inmediatamente la atención del público y la crítica: Analogías con la ciencia y Energía vegetal, sendas mesas de siete metros de largo, una cubierta de papas conectadas a un voltímetro; otra, con instrumentos de laboratorio. En 1978, expone otras dos obras clave: La papa dora la papa, en San Pablo, Tabla, en Galería Arte Múltiple de Buenos Aires. 

La primera es una síntesis de la etapa anterior, una metáfora directa donde la energía eléctrica producida por un conjunto de papas en una solución electrolítica, sirve para cubrir de oro a una sola papa aislada. Son momentos en los que, desde el CAyC, se está proponiendo trabajar “Los mitos del oro”, en relación a la sangrienta historia de la conquista de América. 

La segunda obra, la famosa Tabla de 1978, será la primera de la serie Mesas de trabajo y reflexión, conjunto que alude, con renovada fuerza, a los temas recurrentes en el artista-filósofo. Particularmente en esta primera, el texto poético inconcluso, escrito con tinta indeleble sobre la superficie de la mesa, enlaza la celebración de los oficios con el paso del tiempo y de la vida, con ese trabajo del espíritu que culmina en un acto de “transubstanciación”:

Sobre esta tabla, hermana de infinitas otras construidas por el hombre, lugar de unión, de reflexión o de trabajo, se partió el pan, cuando lo hubo; los niños hicieron sus deberes, se lloró, se leyeron libros, se compartieron alegrías.

Fue mesa de sastre, de planchadora, de carpintero.

Aquí se rompieron y arreglaron relojes.

Se derramó agua, y también vino. No faltaron manchas de tinta, que se limpiaron prolijamente para poder amasar la harina.

Esta mesa fue tal vez testigo de algunos dibujos, de algunos poemas, de algún intento metafísico que acompañó a la realidad.

Esta tabla, igual que otras y la transubstanciación de
Sus instalaciones, objetos y operativos, materializados con gran refinamiento, conducen a la reflexión sobre temas universales y eternos: la vida, la muerte, la naturaleza y la capacidad transformadora del hombre a través de su trabajo. La reivindicación de los oficios en su obra no hace más que enfatizar, la convicción de que el artesano-artista, procede como un alquimista, capaz de transformar la materia en soporte de ideas y metáforas poéticas.
A partir de 1980 Grippo adopta, para sus piezas pequeñas, un nuevo formato derivado en parte de las “valijitas”: las Cajas, con las que realiza numerosas obras hasta el final de su vida. Se trata, tal vez, de su propuesta más hermética, allí donde la clave simbólico-alquimista se despliega en todo su vigor. Las cajas son construcciones de madera con frente de vidrio, en las que se sitúan, a veces en delicados equilibrios, elementos como la plomada y el nivel de albañil, la rosa y el huevo, los matraces y crisoles, máscaras, planos inclinados, panes.  

El plomo, que es el material mudo y pesado por antonomasia, pide transmutarse en oro, el material más sutil. Las herramientas de los oficios y de la química, acompañan el proceso. A estas cajas se suman las vitrinas. Las más famosas serán las que expone, también en 1980, en Galería Arte Múltiple de Buenos Aires: Vida, muerte, resurrección. Un conjunto de tres piezas, la mayor de las cuales opone, a una serie de cuerpos geométricos realizados en plomo, otra idéntica pero rellena de legumbres húmedas. Al germinar, las semillas hacen estallar el envase que las contiene: la vida irrumpe y se impone por sobre el material que por excelencia, connota la muerte.  Esta instalación hoy forma parte de la colección del MoMA de Nueva York.

En 1983 inaugura la muestra Frate Focu (Hermano fuego, en alusión a una oración de San Francisco de Asís) con doce de sus cajas blancas con elementos como ramas de rosal, máscaras, objetos de plomo y grafito, que han sufrido alguna forma del tratamiento con fuego. Aquí el fuego es el símbolo por antonomasia del elemento transformador. En 1985 comienza una nueva serie de cajas, los Equilibrios. En 1986, presenta obras en el mismo formato para el envío conjunto de Grupo CAyC a la Bienal de Venecia, La consagración de la primavera.

En 1988 se realiza la primera retrospectiva de su obra Víctor Grippo - Obras de 1965-1987, en la Fundación San Telmo, Buenos Aires, con curaduría de Mercedes Casanegra. Ese mismo año, para la muestra del CAyC Patagonia, en la Galería Ruth Benzacar presenta otra serie de Cajas. Al año siguiente, en la Galería Alvaro Castagnino expone Cercando la luce, una nueva serie de trabajos consistentes en maquetas blancas de yeso, que representan construcciones e individuos en espacios urbanos desolados. 

En 1990, participa de la muestra curada por Guy brett, Transcontiental: Nine Latin American Artist, en Ikon Gallery, Birmingham, y Corner House, Manchester. Participa también en la exposición El Dorado, curada por Jorge Glusberg en la Galería Ruth Benzacar de Buenos Aires, sobre uno de los hechos más sangrientos de la codicia del conquistador español en América. Allí presenta una nueva vitrina-instalación, El Dorado - Huevo de oro.

De 1991 es otra instalación emblemática, La comida del artista presentada en el Instituto de Cooperación Iberoamericana (hoy parte de la colección del MALBA, de Buenos Aires). La obra de Grippo tiene cada vez mayor visibilidad internacional. Entre varios eventos de relevancia, el conjunto de las Mesas de Trabajo y reflexión integra en 1994 el envío a la V Bienal de La Habana, curada por Lilian Llanes. 

En ese mismo año se presenta, en el Museo Carrillo Gil de la ciudad de México, Víctor Grippo-Energía-1971-1994. Una importante retrospectiva sobre su obra se organiza en 1995 en la Ikon Gallery de Birmingham y en el Palais de Beaux Arts de Bruselas. En 1996 viaja a Cornwall, Inglaterra, invitado por el Institute of International Visual Arts, para trabajar en el proyecto A Quality of Light. En 1999 participa en las muestras Cantos Paralelos. La parodia en el arte Contemporáneo argentino, curada por Mari Carmen Ramírez en el Jack S. Blanton Museum of Art de Austin, Texas y en Global Conceptualism: Points of Origin, 1950s-1980s en el Queens Museum of Art de Nueva York. 

En 2001 instala La comida del artista para la muestra del proyecto Versiones del sur, del Museo Reina Sofía de Madrid.

También en 2001 realiza su última muestra individual en Buenos Aires, en la Galería Ruth Benzacar. Allí expone varias de sus cajas, una versión de La intimidad de la luz en St. Ives, que previamente había expuesto en la Tate Gallery de St. Ives, y una nueva serie de trabajos: se trata de los Anónimos, en la que venía trabajando desde el ‘98. Los Anónimos son piezas de yeso patinado, de pequeño formato, figuras mudas, vagamente antropomórficas, sin rostro, nuevamente acompañadas por un texto poético: “Miramos absortos nuestro paisaje / poblado de seres casi sin forma, / impávidas presencias sin alma, / ni por raíces ni por tierra sustentadas.” 

Fallece en Buenos Aires el 20 de febrero de 2002. Ese mismo año es seleccionado para participar de la XI Documenta de Kassel, Alemania.
Tras su muerte, continúa revisitándose su obra en distintos escenarios nacionales y extranjeros. En 2004, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA - Fundación Constantini) organiza, con la colaboración de su esposa – Nidia Olmos de Grippo– y los hijos de ella, una vasta retrospectiva: Grippo. Una Retrospectiva. Obras 1971-2001. La muestra cuenta con un extenso catálogo bilingüe. 

Una versión de la misma se realiza en 2006 en el MAC de Miami, compartida con la artista Ana Maiolino.

 Entre diciembre de ese año y febrero de 2007 se realiza una exposición de sus Mesas de trabajo y reflexión en el Camden Arts Centre, de Londres. Al año siguiente, la Galería Van Riel de Buenos Aires expone bajo el título Modus Operandi-Muestra ecléctica, algunos objetos y una serie de dibujos y esquemas que reconstruyen el mapa proyectual de varias obras del artista. En 2009 se presenta la muestra Todo en Marcha en la Alexander and Bonin Gallery de Nueva York, donde se exhibe una selección de obras producidas entre 1971 y 2001. 

En 2012 se le realiza en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), una nueva retrospectiva, Homenaje, curada por Marcelo Pacheco.  En 2013 se organiza la muestra Víctor Grippo: Transformación, en el Centro Gallego de Arte Contemporánea (CGAC) de Santiago de Compostela.

En los últimos años su trabajo ha sido requerido para integrar numerosas exposiciones colectivas entre las que cabe mencionar: la exposición “paralela” presentada en VIII Bienal Internacional de Cuenca, Ecuador, en 2004; Constructing a Poetic Universe: The Diane and Bruce Halle Collection of Latin American Art en el Museum of Fine Arts de Houston y Notations: Energy Yes! en el Philadelphia Museum of Art, en 2006; Face to Face: The Daros Collections, Löwenbräu-Areal, Zürich y Desplazamientos: de la escultura a la instalación en el Espacio Casa de la Cultura, Buenos Aires en 2007; Arte ≠ Vida: Actions by Artists of the Americas, 1960-2000 en El Museo del Barrio de New York en 2008; Here Is Every. Four Decades of Contemporary Art en The Museum of Modern Art de New York entre 2008 y 2009; 

El espacio en cuestión en Fundación Osde de Buenos Aires y Horizonte Expandido en el Santander Cultural de Porto Alegre, Brasil en 2010; Animism: Modernity through the Looking Glass en Extra City Kunsthal y en el Museum van Hedendaagse Kunst, Amberes, Bélgica, itinerando entre 2010 y 2012 por la Kunsthalle de Berna; la Generali Foudation de Viena y la House of World Cultures de Berlín; Sistemas, Acciones y Procesos. 1965-1975 enFundación PROA de Buenos Aires y Radical Shift: Politische und soziale Umbrüche in der Kunst Argentiniens seit den 60er Jahren en el Museum Morsbroich de Leverkusen, Alemania en 2011.

Su obra se encuentra representada en innumerables colecciones públicas y privadas del mundo como el Museo Nacional de Bellas Artes y el Malba-Colección Costantini, ambos de Buenos Aires; el Inhotim Centro de Arte Contemporânea de Belo Horizonte, Brasil; el Harvard Art Museum, The Art Institute of Chicago, The Museum of Modern Art de New York, el Philadelphia Museum of Art y el Phoenix Art Museum, todos de EE. UU.; la Tate Modern de Londres y la Colección Daros de arte latinoamericano de Zürich.

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