Tierra de megaterios

Los megaterios, uno de los mamíferos más grandes que existieron, habitaron Junín hace ocho mil años. 

En el año 1785, un fraile llamado Manuel de Torres encontró huesos de un mamífero gigante a orillas del río Luján. Como le pareció distinto a todos cuantos se conocían hasta ahora, en este territorio dio aviso al virrey Don Nicolás del Campo, marqués de Loreto, que como tenía orden del Rey Carlos III, fundador del Museo de Historia Natural de Madrid, de expedir a ese museo cualquier ejemplar raro para ser colocado en su real gabinete, dispuso que se extrajeran con sumo cuidados esos huesos y se armara el animal para ser remitido a España.


El envío en 1789 de los restos fosilizados de este animal de dimensiones gigantescas al Gabinete de Historia Natural de Madrid ha sido considerado el punto inicial de los estudios paleontológicos en el Río de La Plata.

Tal tipo de envío era habitual de la época y formaba parte de las prácticas de la historia natural y de los viajes de exploración de los países europeos.

La llegada del animal embalado y con las representaciones del animal, produjo gran alboroto. Tal es así que el rey mandó una nota al marqués de Lreto encargándole que organizara batidas para poder conseguir un animal de esos, pero vivo, y si no lo podía enviar enjaulado, por su ferocidad, que lo matara e hiciera disecar y se lo enviara "empajado".

Cuvier le dio el nombre de Megaterio -Megaterium americanum- al animal al cual pertenecieran esos huesos.

Megaterio quiere decir "Bestia grande". El eminente anatomista descubrió que el corpulento animal tenía evidencias anatómicas que evidenciaban ciertas relaciones de parentesco con los perezosos arborícolas del Amazonas. El megaterio fue el primer mamífero fósil que se armó en un museo. La importancia del descubrimiento del megaterio fue más allá de lo mencionado en la cita de Cuvier. Marcó un hito en el estudio de los fósiles pues, por primera vez, se encontró un vertebrado extinguido de apariencia distinta a los componentes de la fauna viviente conocida, lo que indicó que en esos tiempos pasados existieron bestias desaparecidas desconocidas para el hombre.

El megaterio, además, tuvo otro cometido importante en la historia natural: sirvió para demostrar la eficacia de la anatomía comparada de Cuvier como método para comprender e interpretar las características de los animales.


Son varias las especies de megaterio del Pleistoceno, siendo la mejor conocida Megaterium americanum, la cual superó los cinco metros de longitud.

Se supone que el Megaterio era un animal de movimientos lentos debido a su gran tamaño. No existe hoy un animal que se le parezca. Era tan robusto como un elefante, pero con rasgos de un perezoso. Sus dientes sin prismáticos, cuadrangulares, altos y de base abierta, dispuestos en una serie continua con el último de menor tamaño que los precedentes. Esta estructura dentaria, reducida en número de piezas y tamaño, en comparación con la masa total, no es comparable a la de los grandes mamíferos pastadores actuales; sin embargo es análoga a la de los otros edentados xenartros extinguidos.

Sus miembros anteriores y posteriores terminaban en fuertes garras; poseía asimismo una cola con poderosas implantaciones musculares. Este último carácter avala la hipótesis de que el animal se podía desplazar en posición erguida, utilizando la cola como elemento de apoyo auxiliar. 

Esta situación es confirmada por el hallazgo de pisadas fósiles (initas) que demostrarían su andar bípedo, al menos en determinadas circunstancias. Recientemente, algunos investigadores han formulado la provocativa hipótesis de que el Megatherium americanum pudo ser también carnívoro oportunista en lugar de un lento y apacible herbívoro. "Poseía las fuertes garras características de los  perezosos lujanenses, pero desarrollados al extremo. Se ha propuesto que le servían para descascarar árboles y comer su corteza, pero hipótesis recientes las asocian a usos más agresivos. De ser correcta esa hipótesis, sería el mamífero terrestre comedor de carne más grande que haya existido".

Los restos de esta especie se han hallado en la Argentina, en el sur de Brasil y en Bolivia. En el territorio argentino el Megatherium americanum está restringido al Pleistoceno Tardío.

Los restos de megaterio son frecuentes en sedimentos que evidencian condiciones climáticas áridas o semiáridas, tanto en el territorio de la provincia de Buenos Aires como en San Luis y La Pampa. Asimismo han sido hallados en la Región Patagónica, en localidades tan australes como Puerto Deseado en la provincia de Santa Cruz.

El megaterio coexistió con los antiguos habitantes humanos de la provincia de Buenos Aires, extinguiéndose unos 8.500 años antes del presente.

Este animal pertenece al grupo de los edentados o xenartros junto a los gliptodontes.

El megaterio y otros integrantes del orden del tardígrados representaban a los gigantes característicos de la Edad Lujanense del Pleistoceno tardío de la Argentina.

En Junín se hallaron varios restos pertenecientes a este animal: molares, vértebras, huesos de sus extremidades, costillas y lo más importante un cráneo de un ejemplar juvenil, único en el mundo, también hay mandíbulas de otras especies de megaterios y restos de otros perezosos gigantes emparentados con él.


(Fuente: Museo El Legado del Salado)


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