Figura de monseñor Anunciado Serafini, infatigable pastor en la diócesis de Mercedes


El lunes 18 de febrero se cumplieron cincuenta años del fallecimiento de monseñor Anunciado Serafini, segundo obispo de Mercedes. Su deceso se produjo en Vigo (España), en 1963, camino de regreso a la Argentina tras participar en la primera sesión del Concilio Vaticano II. Por expreso pedido sus restos descansan en la Basílica de Luján, en el altar del Sagrado Corazón, a donde llegaron llevados sobre la carreta “La Calandria” que lo acompañó en su infatigable apostolado de difundir la devoción a la Virgen de Luján, rodeados como en tantas ocasiones por sus queridos gauchos de los Círculos Tradicionalistas “El Rodeo”, de Puente Márquez, y “Martín Fierro”, de Jáuregui.
Nació en la localidad de Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires, el 16 de noviembre de 1898. Se educó en el Seminario de Villa Devoto, donde ingresó el 2 de marzo de 1913, cuando tenía 14 años de edad. El 20 de diciembre de 1924 recibió la ordenación presbiteral en la catedral de Buenos Aires, de manos de monseñor Santiago Luis Copello, por entonces auxiliar de La Plata. 
En febrero de 1925 fue designado profesor del seminario San José, que desde el 19 de marzo de 1922 funcionaba a la sombra del Santuario de Nuestra Señora de Luján, hasta su traslado a la ciudad de La Plata. A la vez se desempeñó como director de la Congregación Mariana y de San Juan María Vianney. Este primer contacto con el Santuario marcará a fuego su entrañable devoción a la Virgen de Luján. 
Al crearse la Acción Católica en la diócesis platense, en junio de 1930, fue nombrado asesor del Consejo Diocesano, cargo en el que desarrolló gran actividad y puso de relieve sus condiciones de orador sagrado, su capacidad para trabajar con los jóvenes y su veta periodística en defensa de la Iglesia. El 1° de enero de 1933 fue nombrado cura y vicario de la parroquia San José de La Plata y capellán de la Cárcel. El 11 de mayo de 1935 el papa Pío XI lo designó obispo titular de Arycanda y auxiliar de La Plata, siendo arzobispo monseñor Francisco Alberti. 
Cuando monseñor Juan P. Chimento, primer obispo de la diócesis de Mercedes, fue trasladado, en 1938, a la sede arzobispal de La Plata, monseñor Serafini, el 12 de marzo de 1939, fue elegido por Pío XII para cubrir la vacante mercedina. Tomó posesión de la diócesis el 20 de junio. Adoptó el lema Ite et docete. De allí en más desarrolló una ardua e infatigable tarea pastoral en una diócesis inmensa y con escaso número de sacerdotes. Por entonces la jurisdicción eclesiástica comprendía desde Luján, el noroeste de la provincia de Buenos Aires, y la parte norte de la gobernación de La Pampa, incluyendo Santa Rosa, capital del territorio. En total 150.000 kilómetros cuadrados y casi un millón de habitantes. 
El episcopado de monseñor Serafini se prolongó por espacio de 24 años, jalonado por diversos emprendimientos pastorales y obras edilicias, frutos de sus inquietudes y desvelos, que en su momento consolidaron la vida diocesana. Entre ellos se cuentan la creación del Seminario Mayor Pío XII en Mercedes, del Seminario Menor en 9 de Julio y del preseminario en Estación Guanaco (Pehuajó); la inauguración de la Casa de Descanso para seminaristas y sacerdotes en San Carlos de Bariloche; la apertura de centros y círculos de la Acción Católica, en sus distintas ramas, en pueblos y ciudades, incluida la Asociación Católica Rural (rama de ACA); el establecimiento de la Obra de las Vocaciones Sacerdotales y la Cofradía de Nuestra Señora de Luján en parroquias y colegios, junto con la difusión de la revista “Mensaje”; la promoción de la catequesis y la enseñanza religiosa; los cursillos teológico-bíblicos; la amplia difusión de la devoción a la Virgen de Luján, desde su Santuario, dentro y fuera del país; la colocación de su imagen en las estaciones ferroviarias; la promoción de las peregrinaciones a Luján (parroquias, colegios, enfermos, ciclistas, colectividades, círculos criollos, etc.). 
En los últimos años de su episcopado, contando con la valiosa ayuda de su obispo auxiliar, monseñor Vicente Aducci, y de otros estrechos colaboradores, entre ellos los presbíteros Eduardo Pironio y Antonio Quarracino, cobraron realidad las primeras jornadas sacerdotales para dar impulso y eficacia al apostolado parroquial; las tandas de ejercicios espirituales para el clero; y la puesta en marcha de un plan anual de predicación para fortalecer la educación de la fe. 
Finalizamos esta breve evocación de monseñor Serafini con un párrafo del discurso que, siendo joven sacerdote, pronunció en 1930 con motivo del tricentenario del Milagro de Luján, al inaugurarse el año académico en el Seminario San José, ocasión en la que puso de manifiesto todo su afecto y reconocimiento a la Virgen Inmaculada de Luján, adelantando así su futuro empeño episcopal por hacerla conocer y amar por el pueblo argentino. Dirigiéndose a los seminaristas, en su acostumbrado tono de buena oratoria, expresó: 
“Ella quería quedarse junto al río Luján, en ese paraje para dominar desde la mitad de la República todo su inmenso territorio con su mirada de Madre buena, con su bendición de cariñosa Madre. Y desde entonces hasta ahora, y desde ahora hasta el fin de los siglos, su nombre llena la historia de la Patria como un trueno fragoroso en la inmensidad del valle: María de Luján… Virgen de Luján. La Virgen criolla…, la Madre de los gauchos… la dulce Morena… la Madre de los niños y de los conductores de los pueblos… la Madre de las madres de nuestra tierra… nombre infinitamente repetido a través de 300 años: ¡Virgen de Luján! … Ella es nuestra, totalmente nuestra… María de Luján tan pequeña y tan valiosa como un diamante. María de Luján tan pequeña y tan grande, a través de todos los tiempos, tan pequeña y tan grande como un corazón de madre".+ 

(Mons. Dr. Juan Guillermo Durán, agencia informativa católica AICA)

Su deceso
Catedral de Vigo.

El fallecimiento de monseñor Anunciado Serafini ocurrió en Vigo, España. Los restos de monseñor Serafini fueron trasladados a nuestro país a bordo del transtlántico británico "Arlanza", en cual arribó al puerto de Buenos Aires el 5 de marzo -el barco había zarpado el miércoles 20 de febrero-.
El cuerpo fue embalsamado en la mañana del martes 19 de febrero y permaneció en la capilla ardiente en la catedral de Vigo, realizándose solemnes honras fúnebres.
Adolfo Marcos Ibañez, entonces vice cónsul general argentino en Vigo, dijo que monseñor Serafini "parecía hallarse en buen estado. Su repentino fallecimiento ocurrió mientras hablaba con el obispo de Tuy-Vigo, fray José López y Ortiz. Monseñor López y Ortiz tomó a nuestro obispo en sus brazos y le administró los últimos sacramentos", contó a la prensa el diplomático aquellos días de febrero de 1963.




















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