Rodolfo Alleva, reunir todas las voces en un Coro


Semblanza del fundador del Coro Polifónico Junín. Docente, multifacético. Su legado eterno.


Más de treinta años vivió en Junín Rodolfo Alleva. Múltiple, polifacético, enseñó dibujo, enderzó caligrafías, transmitió vivencias y sapiencia musical, comunicó amor por la belleza. Hasta enseñó matemática y guió a preocupados estudiantes por las áridas columnas lineadas de la contabilidad.

Con una sustancial dosis de bohemia, a pesar de su figura -el mismo se complacía en señalarlo-, corría del coro de la Iglesia San Ignacio de la que por varios años fue organista, a la Escuela Normal, ahí al Conservatorio Musical, luego a su oficina de clases particulares, más tarde a la vieja casona de calle Lebensohn, para vivir intensas y transpiradas horas de trajín en la secretaría de la Escuela Nacional de Comercio. Y hasta disponía de tiempo para prometer gauchadas que las más de las veces le complicaban la vida, contar muy buenos chistes y deleitar a sus interlocutores con anécdotas artísticas del escenario italo-argentino del desaparecido Teatro Verdi de la Capital Federal.

No lo recordamos aquí por eso. Como tampoco por aquellas creaciones que fueron en la década del cuarenta el Teatro Infantil y el Teatro de la Juventud. Lo recordamos por algo que hizo escuela entre nosotros y que llevó el nombre de la ciudad a lugares muy distantes y a renombres empinados: su creación, más que eso, su entrega, su dedicación, su identificación con el Coro Polifónico Junín.

Un pasaje de nuestra ciudad lleva su nombre.



El Coro Polifónico de Junín, dirigido por Rodolfo Alleva, durante una presentación en Radio El Mundo de Buenos Aires. Fuente: Revista Historia de Junín Nº 82, 1975.

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