Numerosas personas acompañaron su presencia, en un acto que se llevó a cabo en la entonces estación Pacífico del ferrocarril.
El príncipe pasó por Junín, haciendo escala en un viaje a Chile, en el marco de una gira sudamericana. Toda la comunidad británica, que en aquel tiempo era numerosa en nuestro medio,
El 21 de septiembre de 1925 llegó el tren que trasladaba a Eduardo de Windsor, príncipe de Gales haciendo escala en Junín, en su viaje que realizaba a la República de Chile.
Eduardo de Windsor, príncipe de Gales, visitó nuestra ciudad el 21 de septiembre de 1925, causando un inusitado revuelo. Numerosas personas acompañaron su presencia, en un acto que se llevó a cabo en la entonces estación Pacífico del ferrocarril.
El príncipe pasó por Junín, haciendo escala en un viaje a Chile, en el marco de una gira sudamericana. Toda la comunidad británica, que en aquel tiempo era numerosa en nuestro medio, se aprestó a recibirlo, preparando una serie de agasajos. La estación del entonces ferrocarril Pacífico, la plaza y los edificios circundantes fueron engalanados y profusamente embanderados con los símbolos de ambos países.
Cuando Eduardo de Windsor concretó su visita, el tiempo, lluvioso e inestable, no acompañó. Sin embargo, una crecida multitud se agrupó en todo el perímetro cercano a la estación. A las dieciséis y cuarenta llegó el tren. Se encontraban presentes autoridades municipales, miembros de la colectividad inglesa, conscriptos de la guarnición local y personal policial.Sobre la calle Sáenz Peña se había levantado un palco, mientras el público asistía a la escena desde la calle Newbery. La aparición del representante de la corona británica fue saludada por muchos aplausos, mientras la comitiva se dirigía hacia el centro de la plaza. La banda del Pacífico ejecutó el himno inglés y el príncipe colocó una ofrenda floral ante el monumento a los caídos en la guerra.
Finalizada la ceremonia, los visitantes se trasladaron al interior del club (actual sede de la UNNOBA), donde brindaron con un tradicional whisky, celebrando la visita. Luego de una breve charla con los presentes, Eduardo de Windsor abandonó el local, recibiendo en la calle numerosos obsequios florales de las damas presentes, mientras una de ellas colocaba una flor en la solapa de su traje. Posteriormente, el huésped se trasladó a la esquina de Sáenz Peña y Newbery, desde donde saludó al público.
Más tarde, el príncipe ascendió nuevamente al tren que lo había transportado y ya en el estribo del coche especial en el que viajaba, siguió estrechando muchas manos que se tendían para saludarlo.
El príncipe estuvo alojado varios días en la estancia "San Marcos" ubicada en la estación San Patricio dentro del partido de Chacabuco. Por tren partió desde San Patricio a Chile y posteriormente regresó, de acuerdo a lo consignado por la prensa de la época.
LA CONTRACARA
Sin embargo no todo fue tan "color de rosa". La crónica periodística de la época relata que "las continuas postergaciones de la llegada del Príncipe de Gales habían despertado cierta expectativa en todos los círculos de nuestra ciudad", dice el diario La Verdad del martes 22 de septiembre agrega que "La noticia que diéramos en nuestra pizarra el domingo, reproducida en las pantallas de los cinematógrafos locales, difundieron rápidamente la noticia de la seguridad de su llegada; pero como un balde de agua fría por sobre el entusiasmo que pudo haberse originado, la organización del acto en que participó el real visitante puso de manifiesto que los que de tal tarea se ocuparon quisieron crear "un país dentro de otro país", pues en efecto, el acceso a los lugares a que concurrió el heredero inglés fue limitado primeramente a los miembros de la colectividad británica y a las autoridades locales".
Resulta que más tarde, debido a algunas gestiones, se logró que se colocarán palcos en el trecho de la calle Sáenz Peña frente a la Plaza Británica, que ocuparon algunas familias de nuestra sociedad.
"La impopularidad del festejo fue la resultante de esta falta tan notoria de las mínima cortesía hacia la ciudad que los alberga. El fin de la visita del Príncipe a la Argentina, que era el de consolidar las relaciones entre nuestro país e Inglaterra, fortificando los vínculos de unión, en Junín, por cierto no se cumplió". Así de contundente fue el comentario periodístico recogido en La Verdad.
Y se habla de descortesía ya que se hace notar que "no solamente en esto se evidenció el espíritu que primó en la fiesta, sino que también se puso de relieve en una grave descortesía hacia los representantes de la ciudad. Cuando el Príncipe descendió de su tren fue recibido por un grupo reducido de sus connacionales, conjuntamente con el cual se hallaba el intendente municipal, el presidente del Concejo Deliberante y el comisario inspector de policía.
Presentados sus compatriotas por un miembro de la colectividad local, cuando le correspondía el turno a las autoridades que debían saludarlo en nombre de la ciudad, sin preocuparse de éstas, los acompañantes del Príncipe, lo guiaron a la Plaza Británica. Ante esta falta de cortesía, ineludible por tratarse de los representantes de la ciudad que se visitaba, el doctor De Miguel y señor Salerno, optaron por retirarse.
UNA TRAVESURA QUE FUE TOMADA POR UN PRINCIPIO DE ATENTADO
En esa época, varios diarios vespertinos de Buenos Aires se hicieron eco de un rumor según el cual el Príncipe había sido objeto de un principio de atentado en Junín. La Verdad transcribe la versión de una publicación:
JUNIN, septiembre 21.- El jefe de estación examinó en ésta la locomotora del tren en que viaja el príncipe de Gales. Se corre el rumor de que fueron halladas en el escape de vapor varias tuercas que hubieran dificultado la marcha de los cilindros y habrían ocasionado, por consecuencia, la explosión de la locomotora a los dos kilómetros de marcha".
Pero la realidad era un tanto distinta. Lo que se constató fue un desperfecto de la máquina, que pudo haber tenido serias consecuencias de no haberlo advertido a tiempo. Según parece, accidentalmente o por una travesura, se introdujo un cuerpo extraño en la máquina, el que quedó colocado en tal posición que, al echar a andar ésta se hubiera producido la rotura de una válvula, lo que, naturalmente, ocasionaría la consiguiente alarma entre los viajeros, aparte del entorpecimiento del viaje.
EDUARDO VIII, PRINCIPE DE WINDSOR
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Primeros años
Eduardo VIII nació el 23 de junio de 1894 en White Lodge, en el distrito de Richmond en Surrey, Inglaterra. Fue el hijo mayor de los Duques de York (más tarde rey Jorge V del Reino Unido y reina María). Su padre era el segundo hijo del Príncipe de Gales (más tarde rey Eduardo VII) y la princesa de Gales (exprincesa Alejandra de Dinamarca). Su madre era la hija mayor del duque Francisco de Teck y su esposa, la Duquesa de Teck (antes princesa María Adelaida de Cambridge). Como bisnieto de la reina Victoria, en la línea masculina, Eduardo recibió desde su nacimiento el tratamiento de Su Alteza y el título de príncipe Eduardo de York.
Fue bautizado en la Sala Verde de Dibujo de White Lodge el 16 de julio de 1894, por Edward White Benson, arzobispo de Canterbury.[N 1] [2] Los nombres fueron elegidos en honor a su difunto tío, que era conocido por su familia como Eddy o Eduardo, y su bisabuelo el rey Christian IX de Dinamarca. El nombre de Alberto fue incluido a petición de la reina Victoria, y sus últimos cuatro nombres: Jorge, Andrés, Patricio y David, provinieron de los santos patronos de Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales. Su familia y amigos cercanos lo llamaron siempre por su su último nombre, David.
El pequeño David, fotografiado por su abuela la reina Alejandra. |
Los padres de Eduardo, el duque y la duquesa de York, a menudo estuvieron apartados de la crianza de sus hijos, al igual que otros padres ingleses de clase alta de la época. Eduardo y sus hermanos menores fueron criados por niñeras. Una de sus primeras niñeras abusaba de Eduardo pellizcándolo antes de que fuera presentado a sus padres. Su llanto y sus gemidos llevaban al duque y la duquesa pedir la nana que se lo llevara. Cuando los padres se enteraron despidieron a la niñera.
El padre de Eduardo, aunque ejercía una dura disciplina, acostumbraba demostrar su afecto, y su madre solía mostrar un lado juguetón con sus hijos que contradecía su imagen pública austera y les animaba a confiar en ella.
Educación
Los padres de Eduardo, el duque y la duquesa de York, a menudo estuvieron apartados de la crianza de sus hijos, al igual que otros padres ingleses de clase alta de la época. Eduardo y sus hermanos menores fueron criados por niñeras. Una de sus primeras niñeras abusaba de Eduardo pellizcándolo antes de que fuera presentado a sus padres. Su llanto y sus gemidos llevaban al duque y la duquesa pedir la nana que se lo llevara. Cuando los padres se enteraron despidieron a la niñera.
El padre de Eduardo, aunque ejercía una dura disciplina, acostumbraba demostrar su afecto, y su madre solía mostrar un lado juguetón con sus hijos que contradecía su imagen pública austera y les animaba a confiar en ella.
Príncipe de Gales
Eduardo fue investido oficialmente como príncipe de Gales en una ceremonia especial en el castillo de Caernarfon el 13 de julio de 1911. La investidura tuvo lugar en Gales, a instancias del político galés David Lloyd George, Condestable del Castillo y Ministro de Hacienda del gobierno liberal. Lloyd George ideó una ceremonia bastante extravagante al estilo de las festividades galesas y preparó a Eduardo para que hablara unas pocas palabras en galés.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Eduardo había alcanzado la edad mínima para el servicio activo y estaba dispuesto a participar. Se había unido a los Grenadier Guards en junio de 1914, y aunque estaba dispuesto a servir en la primera línea, el Secretario de Estado para la Guerra, Lord Kitchener se negó a permitirlo, citando el inmenso daño que se produciría si el heredero al trono fuera capturado por el enemigo.] A pesar de esto, Eduardo fue testigo de la guerra de primera mano y trató de visitar la línea del frente tan a menudo como podía, por lo que fue condecorado con la Cruz Militar en 1916. Su papel en la guerra, aunque limitado, le volvió popular entre los veteranos del conflicto. Eduardo emprendió su primer vuelo militar en 1918 y más tarde obtuvo su licencia de piloto.
A lo largo de la década de 1920, Eduardo, como príncipe de Gales, representó a su padre, el rey Jorge V, en el país y en el extranjero en muchas ocasiones. Tomó un interés especial por visitar las zonas afectadas por la pobreza en su país, y llevó a cabo 16 visitas a diversas partes del imperio entre 1919 y 1935, en el proceso adquirió la finca Bedingfield, cerca de Pekisko, Canadá. En 1924, donó el Trofeo Príncipe de Gales a la Liga Nacional de Hockey.
Sus actitudes hacia muchos de los súbditos del imperio y varios pueblos extranjeros, tanto durante su etapa como príncipe de Gales y más tarde como duque de Windsor, fueron poco comentados en su momento, pero posteriormente deterioraron su reputación. Sobre los indígenas australianos dijo: «¡Son la forma más repugnante de seres vivos que he visto! ¡Son la forma más baja conocida de seres humanos y son lo más parecido a los monos!».
Su rango, viajes, buena apariencia y soltería le ganó mucha atención, y pronto se convirtió en la versión de 1920 de una estrella de cine de los años recientes. En el apogeo de su popularidad, se convirtió en la celebridad más fotografiada de su tiempo y establecía la moda masculina.
Romances
El hecho de que Eduardo fuera un mujeriego compulsivo y otras conductas imprudentes durante los años 1920 y 1930, preocupaban al primer ministro Baldwin, al rey Jorge V y a las personas cercanas al príncipe. Alan Lascelles, secretario privado de Eduardo por ocho años, durante este período, creía que, «por alguna razón hereditaria o fisiológica su desarrollo mental normal se detuvo en seco al llegar a la adolescencia».Jorge V estaba decepcionado por el fracaso de Eduardo para establecerse en la vida y disgustado por sus muchos romances con mujeres casadas. El Rey se mostraba reacio a ver a Eduardo heredar la Corona, y fue citado diciendo acerca de Eduardo: «Después de mi muerte, el niño arruina en 12 meses».
El hecho de que Eduardo fuera un mujeriego compulsivo y otras conductas imprudentes durante los años 1920 y 1930, preocupaban al primer ministro Baldwin, al rey Jorge V y a las personas cercanas al príncipe. Alan Lascelles, secretario privado de Eduardo por ocho años, durante este período, creía que, «por alguna razón hereditaria o fisiológica su desarrollo mental normal se detuvo en seco al llegar a la adolescencia».Jorge V estaba decepcionado por el fracaso de Eduardo para establecerse en la vida y disgustado por sus muchos romances con mujeres casadas. El Rey se mostraba reacio a ver a Eduardo heredar la Corona, y fue citado diciendo acerca de Eduardo: «Después de mi muerte, el niño arruina en 12 meses».
En 1929, la revista Time informó que Eduardo embromaba a su nueva cuñada, Isabel, la esposa de su hermano Alberto, llamándola «reina Isabel». La revista preguntaba si «ella no se cuestionaría cuanto de verdad habría en la historia de que una vez dijo que renunciaría sus derechos tras la muerte de Jorge V -lo que haría que su apodo se convirtiera en realidad».
Pasaron los años y Eduardo permaneció soltero, pero su hermano y cuñada, tuvieron dos hijas, La mayor de ellas era la princesa Isabel. El rey Jorge V dijo de su hijo Alberto («Bertie») y su nieta Isabel («Lilibet»): «Ruego a Dios que mi hijo mayor [Eduardo] nunca se case y tenga hijos, y que nada se interponga entre Bertie y Lilibet y el trono».
En 1930, el rey le dio a Eduardo una casa, Fort Belvedere, cerca de Sunningdale, Inglaterra. Eduardo mantuvo ahí relaciones con una serie de mujeres casadas como la mitad británica y mitad estadounidense heredera de empresas textiles Freda Dudley Ward, y Lady Furness, una estadounidense de parcial ascendencia chilena, que presentó al príncipe con su amiga estadounidense Wallis Simpson.
La señora Simpson se había divorciado de su primer marido en 1927 y posteriormente se casó con Ernest Simpson, un hombre de negocios mitad británico y mitad estadounidense. Se acepta por lo general, que la señora Simpson y el Príncipe de Gales, se convirtieron en amantes mientras que Lady Furness viajaba por el extranjero, aunque Eduardo insistió firmemente ante su padre, el Rey, que no había intimado con ella y que no era apropiado describirla como su amante.
La relación de Eduardo con la señora Simpson debilitó aún más la mala relación que este mantenía con su padre. Aunque el Rey y la Reina conocieron a la señora Simpson en el palacio de Buckingham en 1935, más tarde se negaron a recibirla. Sin embargo, Eduardo se había enamorado de Wallis y la pareja se hizo cada vez más cercana.
El romance de Eduardo con la divorciada estadounidense causó una preocupación tan grave, que la pareja fue seguida por los miembros de la Sección Especial de la Policía Metropolitana, que examinó en secreto la naturaleza de su relación. Un informe sin fecha detalla la visita de la pareja a una tienda de antigüedades, donde el propietario señalaría: «Que la dama parecía tener al PDG [Príncipe de Gales] completamente bajo el pulgar».
La posibilidad de que una divorciada estadounidense con un pasado cuestionable tuviera tal influencia sobre el heredero condujo a la ansiedad entre las figuras del gobierno y el establishment.
Reinado
El rey Jorge V murió el 20 de enero de 1936 y Eduardo subió al trono como el rey Eduardo VIII. Al día siguiente, rompió el protocolo real al ver la proclamación de su ascenso al trono desde una ventana del palacio de St. James, en compañía Wallis, que a la sazón permanecía casada. Eduardo VIII se convirtió en el primer monarca de los reinos de la Mancomunidad en volar en un avión cuando se dirigía de Sandringham a Londres para su Consejo de adhesión.
Eduardo causó malestar en los círculos de gobierno con acciones que fueron interpretadas como una interferencia en asuntos políticos. Cuando visitó los pueblos afectados por la depresión de las minas de carbón en el sur de Gales, su observación, «hay que hacer algo», para los mineros desocupados se consideró directamente como una crítica al Gobierno, aunque nunca quedó claro si Eduardo tenía algo en particular en mente. Los ministros del gobierno se mostraron renuentes a enviar los documentos confidenciales y los documentos de estado a Fort Belvedere, porque estaba claro que Eduardo les estaba prestando poca atención y porque percibían el peligro de que la señora Simpson u otros invitados de la casa pudieran verlos.
El enfoque poco ortodoxo de Eduardo asobre su función se extendió también a la moneda que llevaba su imagen. Rompió con la tradición de que en las sucesivas monedas de cada monarca la imagen veía en la dirección opuesta a la de su predecesor.
Eduardo insistió en que la cara mirara hacia la izquierda (como había hecho su padre), para mostrar el apartado en su cabello. Sólo un puñado de monedas fueron acuñadas en antes de la abdicación y cuando lo sucedió Jorge VI, su imagen también veía hacia la izquierda, para mantener la tradición sugiriendo que había alguna cantidad de monedas acuñadas con el retrato de Eduardo mirando hacia la derecha.
Eduardo insistió en que la cara mirara hacia la izquierda (como había hecho su padre), para mostrar el apartado en su cabello. Sólo un puñado de monedas fueron acuñadas en antes de la abdicación y cuando lo sucedió Jorge VI, su imagen también veía hacia la izquierda, para mantener la tradición sugiriendo que había alguna cantidad de monedas acuñadas con el retrato de Eduardo mirando hacia la derecha.
.El 16 de julio de 1936, intentaron asesinar a Eduardo Un irlandés descontento, Jerome Brannigan (también conocido como George Andrew McMahon), extrajó un revólver cargado cuando el Rey montaba a caballo por Constitution Hill, cerca del palacio de Buckingham. La policía vio el arma y se abalanzó sobre él, fue detenido rápidamente. En el juicio, Brannigan alegó que «una potencia extranjera» se le había acercado para que matara a Eduardo y que había informado al MI5 del plan, y que él no estaba el sitio más que meramente como un observador y para ayudar al M15 a la captura de los verdaderos culpables. El tribunal rechazó los alegatos y lo envió a la cárcel por un año. Ahora se piensa que Brannigan había estado en contacto con el MI5, pero la veracidad del resto de sus afirmaciones permanece en duda.
En agosto y septiembre, Eduardo y la señora Simpson recorrieron el Mediterráneo oriental en el yate de vapor Nahlin. En octubre quedó claro que el nuevo rey planeaba casarse con la señora Simpson, sobre todo cuando el proceso de divorcio entre el señor y la señora Simpson fue llevado a la Corte de la Corona en Ipswich. Se hicieron los preparativos para todas las contingencias, incluida la perspectiva de la la coronación del rey Eduardo y la reina Wallis. Debido a las implicaciones religiosas de cualquier matrimonio, se hicieron planes para celebrar una ceremonia de coronación secular fuera de la tradicional ubicación religiosa, la Abadía de Westminster, sino en el Banqueting House en el palacio de Whitehall.
Abdicación
El 16 de noviembre de 1936, Eduardo invitó al Primer Ministro Stanley Baldwin al palacio de Buckingham y le expresó su deseo de casarse con Wallis Simpson, cuando esta estuviera en libertad de volver a casarse. Baldwin le informó al Rey que sus súbditos consideraban el posible matrimonio como moralmente inaceptable, en gran parte debido a que volverse a casar después del divorcio era opuesto a los principios de la iglesia de Inglaterra, y el pueblo no toleraría a Wallis como Reina. Como Rey, Eduardo ocupaba el puesto de Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra, y el clero esperaba que apoyara las enseñanzas de la Iglesia.
Eduardo con Mustafa Kemal en Turquía, 4 de septiembre de 1936.Eduardo propuso la solución alternativa de un matrimonio morganático, según la cual podría mantenerse como rey, pero Wallis no se convierta en reina. A Wallis se le otorgaría un título menor en su lugar y los hijos tuvieran no heredarían el trono. Esto también fue rechazado por el gabinete británico, así como otros gobiernos de los Dominios, cuyas opiniones se solicitaron de conformidad con el Estatuto de Westminster de 1931, que prevé, en parte, que «cualquier alteración en la ley que afecte la sucesión al trono o los títulos o tratamientos reales en lo sucesivo, requerirá del consentimiento de los Parlamentos de todos los dominios, así como del Parlamento del Reino Unido».
Los primeros ministros de Australia, Canadá y África del Sur dejaron clara su oposición al matimonio del Rey con una divorciada, el primer ministro irlandés expresó su indiferencia y desapego, mientras que el primer ministro de Nueva Zelanda, que nunca antes había oído hablar de la señora Simpson, vaciló con incredulidad. Frente a esta oposición, Eduardo en un primer momento respondió que «no había mucha gente en Australia» y que su opinión no importaba.
El Rey informó a Baldwin que iba a renunciar si no podía casarse con la señora Simpson. Baldwin le presentó después a Eduardo tres opciones: renunciar a la idea del matrimonio, casarse en contra de los deseos de sus ministros o abdicar. Era evidente que Eduardo no estaba dispuesto a renunciar a la señora Simpson, y sabía que si se casaba contra el consejo de sus ministros causaría que el gobierno dimitiera, lo que provocaría una crisis constitucional Eduardo escogió abdicar.
El 10 de diciembre de 1936, Eduardo firmó debidamente los instrumentos de abdicación en Fort Belvedere, en presencia de sus tres hermanos sobrevivientes, el duque de York, el duque de Gloucester y el duque de Kent (el hermano menor, el príncipe Juan, había muerto en 1919).
Al día siguiente, el último acto de su reinado fue la aprobación real del Acta de la Declaración de Abdicación de Su Majestad de 1936. Según lo dispuesto por el Estatuto de Westminster, todos los dominios consentieron a la abdicación del rey, aunque el Estado Libre Irlandés no pasó el Acta de Relaciones Exteriores, que incluyía la abdicación en su lista, hasta el 12 de diciembre.
La noche del 11 de diciembre de 1936, Eduardo, que ahora tenía nuevamente el título de príncipe, dio un discurso a la nación y al Imperio, para explicar su decisión de abdicar. Fue entonces cuando dijo la famosa frase: «[...] me ha resultado imposible soportar la pesada carga de responsabilidad y desempeñar mis funciones como rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo».
Después de la emisión, Eduardo partió el Reino Unido para dirigirse a Austria, aunque no pudo reunirse con la señora Simpson hasta que su divorcio fue efectivo, varios meses después. Su hermano, el príncipe Alberto, duque de York, accedió al trono como Jorge VI. La hija mayor de Jorge, la princesa Isabel, ocupó el primer lugar en la línea de sucesión, convirtiéndose en la presunta heredera.
Después de la emisión, Eduardo partió el Reino Unido para dirigirse a Austria, aunque no pudo reunirse con la señora Simpson hasta que su divorcio fue efectivo, varios meses después. Su hermano, el príncipe Alberto, duque de York, accedió al trono como Jorge VI. La hija mayor de Jorge, la princesa Isabel, ocupó el primer lugar en la línea de sucesión, convirtiéndose en la presunta heredera.
Duque de Windsor
El 12 de diciembre de 1936, en la reunión de adhesión del Consejo Privado del Reino Unido, Jorge VI anunció que iba a convertir a su hermano en «Su Alteza Real el Duque de Windsor». Quería que este fuera el primer acto de su reinado, aunque los documentos formales no se firmaron hasta el 8 de marzo del año siguiente.
Mientras tanto, Eduardo fue conocido universalmente como el Duque de Windsor. La decisión del rey de crear a Eduardi como un duque real aseguró que no podía presentarse a las elecciones de la Cámara de los Comunes ni hablar sobre temas políticos en la Cámara de los Lores.
Mientras tanto, Eduardo fue conocido universalmente como el Duque de Windsor. La decisión del rey de crear a Eduardi como un duque real aseguró que no podía presentarse a las elecciones de la Cámara de los Comunes ni hablar sobre temas políticos en la Cámara de los Lores.
Sin embargo, la patente de letras de fecha 27 de mayo de 1937, que reconfiere al duque de Windsor, «el título, estilo, o atributo de Alteza Real», declaraba expresamente que «su esposa y sus descendientes, si los hubiere, no podrían recibir dicho título o atributo». Algunos ministros británicas afirmaban que Eduardo no tenía necesidad de que se le otorgara el tratamiento, porque no la había perdido, y, además, que la señora Simpson automáticamente obtenía el rango de esposa de un príncipe con el tratamiento de Su Alteza Real; mientras que otros sostenían que había perdido todo rango real y ya no debería llevar ningún título o tratamiento real como rey que abdicó. El 14 de abril de 1937, el Procurador General Sir Donald Somervell presentó al ministro del Interior, Sir John Simon un memorando que resumía las opiniones de Lord Abogado T. M. Cooper, el Asesor Parlamentario Sir Granville Ram y él mismo:
1.Nos inclinamos a opinar que debido a su abdicación, el Duque de Windsor no podía haber reivindicado el derecho a ser descrito como Alteza Real. En otras palabras, ninguna objeción razonable podría haberse esgrimido si el rey había decidido que su exclusión de la línea de sucesión, lo excluía del derecho a este título que le confiere la patente vigente.
1.El asunto, sin embargo, tiene que considerarse sobre la base del hecho que, por razones que son fácilmente comprensibles, con la aprobación expresa de Su Majestad disfruta de este título y se le menciona como Alteza Real en una ocasión formal y en los documentos oficiales. A la luz de los precedentes, parece claro que la esposa de un Alteza Real cuenta con el mismo título a menos que se lleve a cabo algún paso expreso para privarla de ello.
Abdicación
Sin embargo, el nuevo rey deseaba casarse con su amante Wallis Simpson, una estadounidense que vivía en Inglaterra, con la mala fortuna de que la señora Simpson tenía un pasado de mala reputación en sus relaciones con los hombres, habiéndose divorciado además dos veces. Como el monarca británico es también el líder de la Iglesia de Inglaterra, varios dignatarios religiosos y gubernamentales no aprobaron una unión entre el rey y Simpson. Cabe destacar una excepción notable, Winston Churchill, que a pesar de estar en el mismo partido político que el Primer Ministro de entonces, comprendió mejor la situación del rey, a quien le sirvió de asesor especial para buscar alguna solución a esa crisis y fue quizá el único aliado de Eduardo VIII por su lealtad.
Pero Eduardo decidió casarse a pesar de las abundantes objeciones. Tras menos de doce meses como rey, abdicó del trono. El 11 de diciembre de 1936 anunció su decisión y reafirmó su amor por Wallis Simpson en un discurso radiofónico a la nación el mismo día. El rey Eduardo VIII dirigió así sus palabras:
"Tras larga espera, puedo al fin hacer una breve declaración auténticamente personal. No he pretendido ocultar nada, pero por respeto a la Constitución, hasta ahora no me ha sido posible hablar.
Hace apenas unas horas cumplí mis últimos deberes como Rey y Emperador, y ahora que he sido sucedido por mi hermano, el duque de York, mis primeras palabras han de ser para proclamar mi fidelidad hacia él. Así lo hago con todo mi corazón.
Todos vosotros conocéis las razones que me han inducido a renunciar al trono. Quisiera haceros comprender que, al tomar esta resolución, no he olvidado en absoluto al país o al Imperio, a los cuales, primero como príncipe de Gales y más tarde como Rey, he dedicado veinticinco años de servicio.
Pero podéis creerme si os digo que me ha resultado imposible soportar la pesada carga de la responsabilidad y desempeñar mis funciones como Rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo.
Deseo, asimismo, que sepáis que la decisión ha sido mía y sólo mía. Era una cuestión sobre la que debía juzgar únicamente por mí mismo. La otra persona afectada de modo directo ha intentado, hasta el último momento, persuadirme en el sentido contrario.
He tomado esta decisión, la más grave de mi vida, con la sola preocupación de dilucidar qué sería, en último extremo, lo más apropiado para todos.
Ha sido menos difícil adoptar una determinación gracias al pleno convencimiento por mi parte de que mi hermano, con su amplia experiencia en los asuntos públicos de este país, y sus magníficas cualidades, se halla en condiciones de ocupar mi puesto de ahora en adelante, sin afectar ni paralizar en forma alguna la vida y el progreso del Imperio.
Además, él posee una bendición que tantos de vosotros compartís, y que a mí no me ha sido concedida: un hogar feliz con su esposa y sus hijas.
Durante estos penosos días he sido confortado por el afecto de Su Majestad, mi madre, y de toda mi familia.
Los ministros de la Corona, y en particular el primer ministro, el señor Baldwin, me han mostrado en todo momento la mayor consideración.
Jamás ha existido entre ellos y yo, o entre el Parlamento y yo, la menor discrepancia en lo relativo a la Constitución.
Educado por mi padre en la tradición constitucional, nunca hubiera permitido que tal cosa sucediera. Desde que recibí el título de príncipe de Gales, y más tarde cuando ocupé el trono, he sido tratado con el mayor cariño por todos los estamentos del pueblo, en cualquier lugar del Imperio donde he vivido o por el que haya viajado. Y siento por ello un inmenso agradecimiento.
Ahora me retiro de los asuntos públicos y dejo a un lado mi carga. Quizá pase algún tiempo antes de que regrese a mi tierra natal, pero siempre seguiré los destinos de la raza y el Imperio británicos con el mayor interés; y si en algún momento del futuro puedo ser útil a Su Majestad desde un puesto anónimo, no le decepcionaré. Y ahora, todos tenemos un nuevo Rey.
Desde lo más profundo de mi corazón le deseo a él y a vosotros, su pueblo, la mayor felicidad y prosperidad.
¡Dios os bendiga! ¡Dios salve al Rey!"
Al día siguiente de su famoso discurso se despidió de la familia real, abandonó su residencia de Fort Belvedere para marchar al exilio forzado con el nuevo título real: Duque de Windsor. Primero fue a Austria por seis meses, siendo huésped de sus amigos personales los barones de Rothschild, y luego a Francia, donde se reencontraría con su amada Wallis Simpson. Solamente tuvo apoyo solidario de su única hermana, la Princesa Real María, quien poco después de esa abdicación también se exilió en Austria con su marido, el conde de Harewood, y se instaló en el castillo de Enzenfeld, cerca de Viena.
Como prueba de su lealtad, en 1947, la Princesa Real María se negó a asistir al matrimonio de su sobrina, princesa Isabel (Isabel lI) con Felipe Mountbatten en protesta por no haber invitado a su hermano mayor, el duque de Windsor, a dicha boda. Años después, en 1960 sí fue invitado a asistir al matrimonio de la princesa Margarita, la hermana de Isabel II, pero rehusó ir debido a la negativa de invitar a su esposa la duquesa Wallis Simpson.
Como prueba de su lealtad, en 1947, la Princesa Real María se negó a asistir al matrimonio de su sobrina, princesa Isabel (Isabel lI) con Felipe Mountbatten en protesta por no haber invitado a su hermano mayor, el duque de Windsor, a dicha boda. Años después, en 1960 sí fue invitado a asistir al matrimonio de la princesa Margarita, la hermana de Isabel II, pero rehusó ir debido a la negativa de invitar a su esposa la duquesa Wallis Simpson.
En Navidad, el duque de Windsor recibió en Viena un despacho desde Jamaica que decía:
"Sinceras felicitaciones navideñas de un antiguo ministro de la Corona que os tiene en más estima que nunca, os considera con profundo y leal afecto, deplora el trato sórdido y estúpido que os ha sido infligido, siente los bajos e innobles ataques que os han lanzado y lamenta que el Imperio británico haya perdido un monarca que simpatizaba con los más humildes de sus súbditos.
Aunque tradicionalmente se ha venido diciendo que abdicó libremente por amor, en 2006 una investigación de la BBC sacó a la luz documentos y testimonios con los que se demuestra que la verdadera razón de su abdicación fue una conspiración urdida por el gobierno (presidido por el conservador Stanley Baldwin), la Iglesia de Inglaterra y miembros de la Familia Real.
Al parecer era considerado demasiado moderno (como demuestra su actitud ajena al protocolo y su forma de vestir sencilla),y un desprestigio para la Corona por no respetar las tradiciones, sus amistades plebeyas entre la burguesía adinerada,y su injerencia en la política social al apoyar la seguridad social pública. Así, utilizando su matrimonio como excusa, le obligaron a abdicar en medio de un exacerbado jingoísmo político y social por la situación política internacional y las reivindicaciones autonomistas de las colonias.
Al parecer era considerado demasiado moderno (como demuestra su actitud ajena al protocolo y su forma de vestir sencilla),y un desprestigio para la Corona por no respetar las tradiciones, sus amistades plebeyas entre la burguesía adinerada,y su injerencia en la política social al apoyar la seguridad social pública. Así, utilizando su matrimonio como excusa, le obligaron a abdicar en medio de un exacerbado jingoísmo político y social por la situación política internacional y las reivindicaciones autonomistas de las colonias.
En Francia se casaron el 3 de junio de 1937 ante la presencia de pocos amigos de su confianza en el castillo de Candé, cerca de Tours. Después de abdicar, Eduardo había sido nombrado Duque de Windsor (con tratamiento de Alteza Real) por su hermano menor, el nuevo rey Jorge VI. Su nueva esposa recibió el título de Duquesa de Windsor pero no la dignidad de Alteza Real. Este hecho encolerizaría al duque durante muchos años.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el duque obtuvo el cargo de Gobernador General de las Bahamas (1940-1945), en aquel tiempo todavía una colonia británica. Después de la guerra, él y su esposa volvieron a Europa y vivieron otra vez en Francia, donde pasaron juntos la mayoría de su vida. Eduardo visitaba algunas veces a su familia en Inglaterra, pero la familia real nunca aceptó a su mujer. La pareja nunca tuvo hijos.
Eduardo murió en París el 28 de mayo de 1972 y Wallis catorce años después el 24 de abril de 1986. Los dos fueron enterrados juntos cerca del castillo de Windsor al oeste de Londres, concretamente en Frogmore a pocos pasos del conocido Mausoleo Real de Alberto y Victoria, bisabuelos del ex rey Eduardo VIII. Se cuenta que tiempo antes Eduardo, ya convertido en Duque de Windsor, se negó a ser enterrado en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor como rey del Reino Unido, pues sabía que allí no enterrarían a Wallis, y decidió que sus restos fuesen enterrados en el Cementerio Real de Frogmore, Berkshire (Inglaterra), junto a los de su esposa.
La casa natal de Eduardo VIII en White Lodge es la actual sede del Colegio Real de Ballet, luego de ser por mucho tiempo la residencia particular de los nobles británicos, entre los que se destacan los duques de Teck, abuelos maternos del Duque de Windsor.
La mansión de Fort Belvedere, donde residió el rey Eduardo VIII en Inglaterra hasta el último día de su breve reinado, poco después de su célebre abdicación, fue adquirida por un multimillonario canadiense como residencia privada al establecerse en el Reino Unido.
Vínculos con el nazismo
Eduardo VIII ha sido considerado como el miembro de la familia real británica más cercano a la Alemania nazi.
Al año siguiente de abdicar, hizo con su esposa una visita a Adolf Hitler, Hermann Göring y Joseph Goebbels, visita que no hizo más que perjudicar su imagen ante su pueblo. Pero que Hitler aprovechó para intentar establecer un enlace con el gobierno británico.
En 1942, cuando la pareja vivía en Portugal, el General de Brigada de las SS Walter Schellenberg intentó atraer a la causa nazi a Eduardo VIII. Eduardo negoció recuperar el trono de manos de Hitler, cuando en 1940 Alemania hubiera ocupado Inglaterra. Eduardo se dirigiría al pueblo británico desde Berlin ofreciendo la paz con Alemania si le devolvían la corona, junto a Wallis, naturalmente, como Reina. Hay pruebas de esto en documentos de guerra confiscados a los nazis, guardados en los archivos del castillo de Windsor.
En 1942, cuando la pareja vivía en Portugal, el General de Brigada de las SS Walter Schellenberg intentó atraer a la causa nazi a Eduardo VIII. Eduardo negoció recuperar el trono de manos de Hitler, cuando en 1940 Alemania hubiera ocupado Inglaterra. Eduardo se dirigiría al pueblo británico desde Berlin ofreciendo la paz con Alemania si le devolvían la corona, junto a Wallis, naturalmente, como Reina. Hay pruebas de esto en documentos de guerra confiscados a los nazis, guardados en los archivos del castillo de Windsor.
Un documental titulado El rey traidor emitido en 1995 precipitó la desclasificación en diciembre de 1996 de la correspondencia entre altos cargos de la diplomacia y el gobierno británicos relacionada con Eduardo VIII, en los que se confirma la inquietud que producían sus simpatías hacia la Alemania nazi, pero que no muestran ninguna indicación de que estuviera dispuesto a aliarse con Hitler con objeto de recuperar el trono.
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