En octubre de 1832, Blas Mancebo se dirigió al gobierno solicitando ornamentos que se necesitaban para la iglesia en construcción. Se le contestó que "recordase el asunto tan pronto se acercara el buen tiempo". Así lo hizo mancebo en febrero de 1833, obteniendo como respuesta la frase: "Que esperara para mejor oportunidad".
En marzo el templo estaba concluido y el 3 de abril Mancebo comunica tal circunstancia al gobierno, aprovechando esta oportunidad para reiterar el envío de ornamentos.
Las obras construidas en el Fuerte por parte del gobierno eran las siguientes: un repuesto de pólvora, "de material cocido"; dos cuadras para la infantería; una para la caballería; otra que se componía de un cuerpo para la guardia; un calabozo y dos piezas para almacén de los carabineros. Además esta última cuadra que se componía de un cuarto para el oficial de guardia, un salón que servía para hospital y un cuarto para almacén o depósito. Existían también dos pozos de balde, una cocina para la tropa, un puente de madera, una casa que hacía de armería y la habitación del maestro armero. Las veredas eran de ladrillo y medían en total 127 varas.
(En Argentina, en particular en la Ciudad de Buenos Aires, muchos de los solares urbanos fueron fraccionados en lotes con 10 varas de frente y por lo tanto el frente del lote tiene 8,33 m. Ésto no ocurre en otras ciudades más modernas o de traza más reciente donde la mayoría de los lotes tienen típicamente 10 metros de frente. La vara —una de las antiguas medidas españolas— es una unidad de longitud que equivale a 3 pies. Respecto a la longitud del pie —patrón de los sistemas métricos arcaicos—, la vara variaba en los distintos territorios de España: su longitud oscilaba entre 0,8359 m la vara de Alicante y los 0,768 m la de Teruel. No obstante, la más empleada era la vara castellana o vara de Burgos, de 0,835905 m, tres veces el pie castellano de 0,278635 m.)
A las obras enumeradas precedentemente hay que agregar la iglesia, la casa para el cura y el edificio para escuela.
El 11 de diciembre de 1833 fue designado Capellán castrense el presbítero Carlos Torres con una remuneración de seis mil pesos anuales.
A fines de 1834, una partida de 50 a 100 indios llegó hasta Melincué, penetró en territorio santafesino y en el punto denominado Cruz Alta robaron cerca de 500 yaguarizos para regresar a Melincué donde también robaron 20 vacunos. Observados los rastros o "rastrilladas" como se las llamaba entonces, pudo comprobarse que las mismas llegaban hasta la toldería del cacique Santiago Yanquelén, en las inmediaciones del Federación.
Juan Manuel de Rosas |
Acto seguido, Rosas comunicaba a Echavarría haber resuelto celebrar un parlamento con los indios. "Yo trato -decía- con este parlamento que Yanquelén conozca sus errores y se enmiende, que reciba nuestros consejos y que no esté cometiendo errores que traigan por resultado que el gobernador de Santa Fe lo ataque y que yo tenga que tratarlo y mirarlo a dicho Yanquelén como enemigo".
Primitiva iglesia, casa para el cura y escuela
Croquis o borrador de un proyecto de iglesia y casa para el cura en el Fuerte de la Federación, 24 de septiembre de 1832. Extraído de "El Fuerte de la federación", de Heberto Herel Lacentra) |
Croquis casa cural. Extraído de "El Fuerte de la Federación", de Heberto Lacentra. |
Rosas había concedido a Blas Mancebo la construcción de las obras del gobierno en el Federación. Este comenzó de inmediato sus tareas comprando en mayo de 1832 en San Nicolás de los Arroyos las primeras maderas y latas necesarias para construir una cocina para la tropa.
El 24 de septiembre eleva a consideración del gobierno el presupuesto para la construcción de una iglesia, de la casa para el cura y de una escuela. El cálculo de gastos alcanzaba a la suma de doce mil pesos, sin incluir en ella la que debía invertirse para el transporte de los materiales.
Los mencionados edificios estaban concluidos en marzo de 1833.
La iglesia medía 26 y media vara de largo (22 metros aproximadamente), incluyendo en dicha medida la sacristía. Los muros de los costados tenían tres ventanas de vidrio con rejas de fierro. El techo era de paja retorcida. El frente y la pared del fondo ("costado del poniente" -hacia el oeste) eran de cal y con frisos, ambas con una vereda de material, teniendo la del frente a la calle colocados tres postes de ñandubay labrados.
En el interior había un púlpito al cual se llegaba por una escalera de caracol, siguiendo, alcanzaba también hasta la torre; un confesionario; la baranda del comulgatorio; una mesa para altar y otra para sacristía. Todos estos muebles estaban pintados de color verde.
En cuanto a la casa para el cura medía 13 varas de frente -unos 10 metros-. El piso de la sala que daba a la calle era de baldosa, trabajada en el mismo fuerte y el del zaguán, de ladrillo.
Hacia el interior continuaban luego el dormitorio y el comedor, que tenían cada una una ventana y una puerta con vidrios.
El edificio era de material y el frente, que daba a la plaza, como el de la iglesia, se encontraba blanqueado.
El piso del dormitorio era de baldosas iguales a las de la sala, en tanto que el del comedor era de ladrillo.
Constaba también de dos piezas de barro de cinco varas cada una -unos 4 metros- y que estaban destinadas para cocina y dormitorio del sirviente. Por último, un pozo de balde con su correspondiente brocal y pilares de material tan típicos de la época.
Dibujo que representa la primitiva escuela del Fuerte (Extraído de "El Fuerte de la Federación", de Heberto Lacentra) |
Tenía además una cocina de cuatro y media varas -3,76 metros-, de barro, con techo de paja; un rancho de adobe que sirvió para alojar a los albañiles y un pozo de balde similar al de la iglesia.
Cómo se llegó al nombramiento del primer sacerdote de Junín (entonces Federación)
La iglesia estaba terminada en marzo de 1833. Sin embargo próximo a finalizar el año -seis años después de la fundación- aún no contaba con sacerdote.
Con ese motivo el de Salto, presbítero Carlos Torres, dirigía una carta al ministro de Gobierno Manuel J. García algunos de cuyos parrafos se extractan aquí:
"Creo justo que se considere mi situación. Hace tres años que por tercera vez entablé la renuncia del curato de Salto sin otro motivo que su total incongruidad como lo había verificado mi antecesor. El señor Exmo. Gobernador Rosas me estimuló a que permaneciera algún tiempo hasta que se construyere el Fuerte Federación cuyo pueblo se incorporaría a este Curato y poniendo de mi cuenta... en cualquiera de los dos puntos se mejoraría mi condición.
Preví en el momento las dificultades que envolvía este plan como lo manifesté al señor Obispo, sin embargo contesté que estaba dispuesto a trasladarme a cualquier punto donde mis superiores creyeran podría ser útil a una provincia que con tanta generosidad me haía hospedado.
Viendo ya en agosto del 32 que se acercaba el tiempo de poner en ejecución su proyecto, solicite y obtuve una conferencia del señor Rosas y otra del señor Obispo en que demostré a mi modo de ver cuánto tenía de irrealizable y cuan poco adecuado era a la tranquilidad de los pueblos, a la movilidad de ambos sacerdotes y al progreso espiritual de los fieles".
Añadía más adelante: "En abril del presente año ya estaban servibles ambos edificios (se refiere a la iglesia y a la casa) como lo comuniqué al señor Provisor; pero a últimos días de junio me comunicó que según el señor Ministro no se pensaba erigir en curato el pueblo Federación".
Agregaba a continuación que de inmediato manifestó al gobernador Balcarce y a Rosas las razones por las cuales "era imposible atender la dirección espiritual de ambos pueblos".
Y concluía: "Ya se deja de ver que tres años de esperanzas y cinco de increíbles privaciones merecen tener término y solamente tendrán si S.S. decide prontamente mi destino".
Simultáneamente el Obispo de Buenos Aires escribía también al ministro de Gobierno:
"Buenos Ayres, diciembre 3 de 1833. Año 24 de la Libertad y 18 de la Independencia El Obispo y Vice Apostólico, al señor Ministro de Estado en el Departamento de Gobierno:
En el año de 1832 el señor Gobernador de la provincia, hoy Comandante General de Campaña trató y convino previamente con la autoridad eclesiástica de que se nombrase un capellán militar en el Fuerte de la federación que acudiese con los socorros espirituales a los fieles que residen en el y en su contorno.
A este objeto se mandó a levantar y efectivamente se ha levantado una iglesia en aquel punto. Dicho capellán debía percibir la renta de 6000 pesos anuales, como los demás de su clase. Circunstancias particulares que tuvieron lugar en aquella época no dieron tiempo de manejar este negocio de manera oficial: sin embargo el gobierno no revocó sus propósitos y tan lejos de esto al vice apostólico le consta que conferenció varias veces sobre él con el cura actual del Salto, presbítero don Carlos Torres e hizo privadamente el nombramiento del capellán en su persona.
Desde entonces y por repetidas ocasiones dicho presbítero ha reclamado el cumplimiento de aquella disposición: el Vicario Apostólico nada ha podido resolver hasta ahora, por la razón ya indicada de no haberse conducido este asunto oficialmente.
Más hoy el Señor Torres insta de un moto tan ejecutivo que no deba arbitrio al Prelado entre la realización de aquel proyecto o su separación del Curato de Salto. El vice apostólico conoce bien la justicia de este reclamo porque sabe que si el presbítero Torres se ha mantenido hasta hoy en el Salto, ha sido en la inteligencia de que se cumpliría lo dispuesto por el Señor Rosas de su colocación en el Fuerte de la Federación, de otro modo la escases o incongruidad de aquella parroquia le haría obligado mucho tiempo antes de abandonarle.
En este concepto y habiendo el Señor Rosas dirigido al Vicario Apostólico en el mes anterior una comunicación privada, en que le recuerda y encarga la realización de aquella medida, como dispuesta y acordada ya desde la época de su mando; siendo también de mayor utilidad el nombramiento de Capellán en aquel punto; me dirijo a V.S. para que se sirva instruir a S.E. sobre el contenido de la presente nota, a fin de que ordene se ponga en práctica el servicio de aquella Capellanía, despachando al efecto el título de Capellán al Presbítero Dn. Carlos Torres y si el superior gobierno no creyere conveniente resolver en conformidad a este proyecto, V.S. tendrá a bien comunicarme su resolución, cualquiera que sea, para satisfacer con ella tanto al S. Comandante General de Campaña, como al Señor Torres. Dios Guarde al Señor Ministro muchos años. Mariano, Obispo y Vice Apostólico".
(Por aquellos años, monseñor Mariano José de Escalada se desempeñaba como obispo auxiliar de Buenos Aires).
Accediendo por fin a los reiterados pedidos en tal sentido, el Ministro García con fecha 11 del mismo mes de diciembre, dictó el siguiente decreto designando al Presbítero Carlos Torres Capellán Castrense de Federación: "Siendo tan necesario en el Fuerte de la federación el servicio de un capellán como en los demás puntos de esta naturaleza, se nombra al presbítero Don Carlos Torres Capellán castrense del expresado Fuerte de la Federación con la dotación de seis mil pesos anuales incluida la ayuda de costas. Al efecto expídase el título correspondiente y comuníquese a quienes corresponda".
De esta manera el sacerdote Torres satisfacía una de sus más caras aspiraciones. Con el tiempo habría sido uno de los más fieles servidores de Rosas. Ya en ocasión de la expedición que el "Restaurador de las Leyes" llevara contra los indios en 1833, envió a todos los curas párrocos de los pueblos vecinos una circular laudatoria, en uno de cuyos párrafos decía: "Por la relación que incluyo y por informes más cicunstanciados supongo a Ud. bastamente instruído de las inmensas ventajas que nos proporcionan para siglos la expedición sobre los indios emprendida por el patriotismo más sublime y acabada por la más inalterable constancia".
Entre tanto, llegaban al fuerte los primeros ornamentos para la iglesia conducidos por Blas Mancebo desde la casa de don Victoriano García Zuñiga, un terrateniente, comerciante y político argentino del siglo XIX, muy cercano colaborador de los gobernadores Martín Rodríguez y Juan Manuel de Rosas (ver su biografía haciendo click aca): un cáliz de plata dorada con tapa y cuchara; un par de vinagreras de plata con platillo; un ara; dos amitos; un misal; dos platos; un ostiario de plata; un purificador; tres bolsas con palias y corporales; tres estolas; tres manipulos; tres casullas; un c{ingulo; dos manteles y un lienzo; un atril y un frontal de tisú.
El 4 de febrero de 1834, el cura Torres comunicaba el paso de Mancebo por Salto llevando los elementos necesarios para decir misa.. Sin embargo, en septiembre, aún no había marchado hacia Federación.
Recién a fines de 1834 el templo fue inaugurado y puesto bajo la advocación de San Ignacio de Loyola que aún en la actualidad es patrono. El capellán Torres databa su correspondencia en "Fuerte de San Ignacio de la Federación".
Los primeros dos médicos del Federación
El 15 de junio se destinó como médico de Federación al doctor Juan Manuel Manus, percibiendo un sueldo de cien pesos mensuales. Antes de un año de prestar servicios en el fuerte, falleció, designándose en su reemplazo al doctor Sebastián Pérez Ramírez, con fecha de 15 de marzo de 1833
Primer reparto de tierras
El 9 de junio de 1832 se dicta un decreto que lleva las firmas de Juan Manuel de Rosas y Manuel V. Maza y que en su parte dispositiva establecía: " Art. 1: Para el repartimiento cómodo de tierra entre los pobladores que concurriesen a establecerse bajo la protección del Fuerte Federación se adjudican a este cuatro leguas ( antigua unidad de longitud que expresa la distancia que una persona, a pie, o en cabalgadura, pueden andar durante una hora; es decir, es una medida itineraria. Dado que una persona recorre normalmente a pie una gama de distancias, la legua se mantiene en esa gama, pero según el tipo de terreno predominante en cada país o según la conveniencia estatal, la palabra legua abarca normalmente distancias que van de los 4 a los 7 km.) de ejido a cada uno de los cuatro vientos principales de modo que el ejido forme un cuadrado de ocho leguas de lado".
(Fuente: Apuntes para la historia de Junín, por René Pérez)
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