Colonia Rincón del Carpincho: Comunicaciones y Transportes

 (FUENTE: RESEÑA HISTORICA DE LA COLONIA RINCON DEL CARPINCHO, RECOPILACION DE MARIA CECILIA RIGONAT)

La ruta 188 -habilitada hacia 1951/1952 y asfaltada hacia 1960-, significó un acortamiento de las distancias, sobre todo con la construcción del puente sobre la laguna de Gómez.
Para movilizarse, algunos vecinos contaban con vehículo, por lo general un Ford A o una camionetita. Si alguien se enfermaba, lo llevaba el que tenía auto.
Tampoco faltaban los accidente. En una oportundiad, Humberto Marconi y Ricardo Gralatto viajaban en un Ford T -especie de camionetita, con capacidad para dos pasajeros en la cabina y una pequeña caja- en dirección a Junín. La ruta 188 aún no estaba asfaltada, por este motivo tenía guardaganados a lo largo de su recorrido. La mala fortuna hizo que en uno de ellos se calzaran las ruedas del Ford T, soltándose de sus ejes, quedando completamente desarmadas, y "al suelo, catanga y pasajeros". Por suerte, dada la escasa velocidad desarrollada por el vehículo (hasta 71 kilómetros por hora), los viajeros resultaron ilesos.
En realidad muy pocos contaban con automóvil. La mayoría se trasladaba en el colectivo. Este venía de Junín y entraba dos veces por semana a Laplacette, pasando por el camino viejo que iba a Lincoln; el resto de los días había que tomarlo en el cruce a Baigorrita.
Los colectivos eran más chicos que los actuales, tenían una puerta adelante, para ascender, y otra puerta posterior, para el descenso; por lo general marchaban repletos, a tal punto "que no se podía ni respirar", tomando al viaje sumamente incómodo.
La relación entre colectivero y clientes, era de gran amistad, que se traducía en la preocupación del primero por llevar a todos, aunque sea "apiñados", para que todos pudieran viajar, dada la poca frecuencia del servicio, llegando muchas veces a esperarlos cuando se retrasaban.
Una de las tantas anécdotas acontecidas durante esos viajes, dice que una vez, viniendo de Junín, un vecino había adquirido un frasco de formol, colocándolo en el portaequipaje, para ocupar tranquilamente su asiento. Con el pasar del tiempo, los tumbos del vehículo, dado el mal estado de los caminos de tierra, agitó fuertemente dicho líquido, que al poco tiempo, comenzó a emanar gases lacrimógenos. Esto mereció detener la marcha, localizar al dueño del formol, descender todos los semi asifxiados pasajeros, esperar a ventilar el vehículo y nuevamente seguir viaje, llegando a destino considerablemente retrasados.



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