El 11 de marzo de 1855 y de acuerdo con la ley del 16 de octubre de 1854, se realizaron por primera vez elecciones de municipales, resultando electos Santos Gómez con 88 votos; Luciano Gallegos, 70; Esteban Muñoz, 61 y Casto Reparaz, 50 Como suplentes, Esteban Cañete, 49 votos y Juan María Giles, 43. La elección fue aprobada, conjuntamente con las de toda la provincia, por decreto del 22 de noviembre de 1855.
La fuerza militar este año, era de cien soldados existiendo incorporados a ella, además, seis capitanejos amigos al mando de 73 indios. Se consumían en el Fuerte 150 reses mensuales al precio de 270 pesos cada una.
Próximo a finalizar el mes de noviembre se produce en los alrededores de la laguna de Gómez una invasión de cien indios. El día 26, Ruiz se puso en marcha con 21 soldados de la Guardia Nacional al mando del alférez Solano Villarreal y alférez Manuel Valdéz, 27 soldados de línea a las órdenes del capitanejo Marian Yanquelén, descendiente del ex jefe de la tribu, Santiago Yanquelén. Iban además el teniente de la plana mayor Lucas Barrientos y el alférez Severo García.
En el Fuerte quedaron 72 soldados a las órdenes del ayudante mayor Galo Sayago, el teniente de la Guardia Nacional Luciano Gallegos y los capitanejos Yanquetruz, Faustino Toledo y Tomás Rosas.
Ruiz persiguió a los indios durante cuarenta y cinco leguas pero éstos, una vez más hicieron gala de su reconocida habilidad para burlar al enemigo. El botín fue en esta ocasión de 45 vacunos y 137 caballos.
Ruiz en el parte respectivo curado al jefe de la frontera coronel Eustaquio Frías decía: "Concluyo este parte diciendo a V.S. que en quince años que tengo de milicia no he visto una tropa más entusiasta y decidida que la que tengo el honor de mandar, siendo iguales en esto nuestros soldados de línea, guardias nacionales e indios amigos; pues a cual más se empeña en demostrarlo con sus acciones y permitiéndome repetir lo que otras veces he observado y que V.S. se ha dignado aprobarme, que si no se me duplica cuánto menos el número de caballos no podré jamás quitar los robos que hagan los indios y escarmentarlos como se merecen".
Un ex jefe del Federación ataca Buenos Aires
Este año la guarnición militar de Junín tuvo actuación destacada con motivo de la invasión de la provincia por el general José María Flores, la que tuvo lugar el 24 de octubre, siendo derrotado. Flores había estado al frente del Fuerte Federación en 1832 y era un ferviente federal que supo ser partidario de Rosas (VER BIOGRAFIA EN JUNINHISTORIA.COM)
En octubre de 1855 dirigió una campaña contra Buenos Aires, acompañado por los coroneles Baldomero Lamela, Juan Francisco Olmos y Ramón Bustos. Desembarcó en el norte de la provincia, pero no encontró apoyo suficiente, y las fuerzas de Urquiza en Santa Fe no prestaron ninguna ayuda. De modo que se retiró sin combatir a Rosario.
Nuevamente desembarcó en diciembre del mismo año, esta vez en Zárate. Pero esta vez traía aún menos fuerzas; de todos modos, ahora se mantuvo varias semanas en el norte de la provincia, intentando reunir gente. Intentó reunirse con el general Jerónimo Costa, que traía otro grupo y que había desembarcado algo al sur de Buenos Aires. Esta vez la respuesta fue drástica: el gobernador condenó a muerte de antemano a todos los oficiales de cualquier ejército federal, y envió a Bartolomé Mitre a enfrentar a Flores y a Emilio Conesa a atacar a Costa. En vez de unirse a Flores, Costa avanzó hacia el río Matanza; fue alcanzado y vencido. Costa y los demás oficiales rendidos fueron fusilados.
Flores se retiró hacia Santa Fe, y Mitre lo persiguió, penetrando en esa provincia. Antes de que le salieran al cruce fuerzas de la Confederación se retiró, pero se había producido una amenaza de guerra. Justamente por eso, poco después se firmaba un tratado de paz entre Buenos Aires y Urquiza; entre sus condiciones estaba el que la Confederación no permitiría nuevas invasiones a la provincia rebelde. Esta condición se cumpliría hasta la batalla de Cepeda (1859).
A fines de 1855, el Gral. José María Flores invadió la provincia de Buenos Aires. Mitre le salió al encuentro, utilizando para ello, entre otras, una división de indios, con las que penetró en territorio santafesino. Esto produjo la denuncia, por parte de la Confederación, de los convenios celebrados en 1854 y 1855. El desenlace cruento parecía próximo.
Un grupo de federales al mando del Gral. Jerónimo Costa, emigrados de Buenos Aires y con sus nombres borrados de las listas del ejército por haber tomado parte en la insurrección de Hilario Lagos, en connivencia con la operación fallida de Flores, preparaba desde la costa uruguaya una invasión.
Desembarcada la expedición en Zarate, Mitre y Conesa la coparon y deshicieron el cuerpo compuesto por ciento cuarenta hombres, fusilando a casi todos los prisioneros, sin distinción de jerarquías, inclusive al General Costa, héroe de Martín García, que dieciocho años atrás se había batido bizarramente contra los franceses defendiendo la soberanía argentina en dicha isla.
Este hecho, conocido con el nombre de matanza de Villamayor, constituyó toda una extralimitación de los jefes, ya que el decreto de fusilamiento expedido por el gobierno provincial, iba dirigido sólo contra los cabecillas del intento, no obstante lo cual se dio muerte también a la tropa. A pesar de haberse abolido desde 1852 la pena de muerte por causas políticas, ello no fue óbice para que las ejecuciones se consumaran.
Tan poco edificante acontecimiento era saludado con alborozo por Sarmiento desde la prensa porteña, y por su deplorable hecho, Mitre se hizo acreedor a un banquete en el Club del Progreso.
Las invasiones de Flores y de Costa, provocaron nuevos distanciamientos entre Urquiza y Buenos Aires. Esta provincia acusaba a la Confederación como instigadora de tales movimientos. Urquiza, por su parte, negaba haberlos apoyado y fustigaba la penetración de Mitre en territorio santafesino. Lo cierto es que el país retrocedía al caos del período 1820-1835.
La fuerza militar este año, era de cien soldados existiendo incorporados a ella, además, seis capitanejos amigos al mando de 73 indios. Se consumían en el Fuerte 150 reses mensuales al precio de 270 pesos cada una.
Próximo a finalizar el mes de noviembre se produce en los alrededores de la laguna de Gómez una invasión de cien indios. El día 26, Ruiz se puso en marcha con 21 soldados de la Guardia Nacional al mando del alférez Solano Villarreal y alférez Manuel Valdéz, 27 soldados de línea a las órdenes del capitanejo Marian Yanquelén, descendiente del ex jefe de la tribu, Santiago Yanquelén. Iban además el teniente de la plana mayor Lucas Barrientos y el alférez Severo García.
En el Fuerte quedaron 72 soldados a las órdenes del ayudante mayor Galo Sayago, el teniente de la Guardia Nacional Luciano Gallegos y los capitanejos Yanquetruz, Faustino Toledo y Tomás Rosas.
Ruiz persiguió a los indios durante cuarenta y cinco leguas pero éstos, una vez más hicieron gala de su reconocida habilidad para burlar al enemigo. El botín fue en esta ocasión de 45 vacunos y 137 caballos.
Ruiz en el parte respectivo curado al jefe de la frontera coronel Eustaquio Frías decía: "Concluyo este parte diciendo a V.S. que en quince años que tengo de milicia no he visto una tropa más entusiasta y decidida que la que tengo el honor de mandar, siendo iguales en esto nuestros soldados de línea, guardias nacionales e indios amigos; pues a cual más se empeña en demostrarlo con sus acciones y permitiéndome repetir lo que otras veces he observado y que V.S. se ha dignado aprobarme, que si no se me duplica cuánto menos el número de caballos no podré jamás quitar los robos que hagan los indios y escarmentarlos como se merecen".
Un ex jefe del Federación ataca Buenos Aires
José María Flores |
En octubre de 1855 dirigió una campaña contra Buenos Aires, acompañado por los coroneles Baldomero Lamela, Juan Francisco Olmos y Ramón Bustos. Desembarcó en el norte de la provincia, pero no encontró apoyo suficiente, y las fuerzas de Urquiza en Santa Fe no prestaron ninguna ayuda. De modo que se retiró sin combatir a Rosario.
Nuevamente desembarcó en diciembre del mismo año, esta vez en Zárate. Pero esta vez traía aún menos fuerzas; de todos modos, ahora se mantuvo varias semanas en el norte de la provincia, intentando reunir gente. Intentó reunirse con el general Jerónimo Costa, que traía otro grupo y que había desembarcado algo al sur de Buenos Aires. Esta vez la respuesta fue drástica: el gobernador condenó a muerte de antemano a todos los oficiales de cualquier ejército federal, y envió a Bartolomé Mitre a enfrentar a Flores y a Emilio Conesa a atacar a Costa. En vez de unirse a Flores, Costa avanzó hacia el río Matanza; fue alcanzado y vencido. Costa y los demás oficiales rendidos fueron fusilados.
Flores se retiró hacia Santa Fe, y Mitre lo persiguió, penetrando en esa provincia. Antes de que le salieran al cruce fuerzas de la Confederación se retiró, pero se había producido una amenaza de guerra. Justamente por eso, poco después se firmaba un tratado de paz entre Buenos Aires y Urquiza; entre sus condiciones estaba el que la Confederación no permitiría nuevas invasiones a la provincia rebelde. Esta condición se cumpliría hasta la batalla de Cepeda (1859).
A fines de 1855, el Gral. José María Flores invadió la provincia de Buenos Aires. Mitre le salió al encuentro, utilizando para ello, entre otras, una división de indios, con las que penetró en territorio santafesino. Esto produjo la denuncia, por parte de la Confederación, de los convenios celebrados en 1854 y 1855. El desenlace cruento parecía próximo.
Un grupo de federales al mando del Gral. Jerónimo Costa, emigrados de Buenos Aires y con sus nombres borrados de las listas del ejército por haber tomado parte en la insurrección de Hilario Lagos, en connivencia con la operación fallida de Flores, preparaba desde la costa uruguaya una invasión.
Desembarcada la expedición en Zarate, Mitre y Conesa la coparon y deshicieron el cuerpo compuesto por ciento cuarenta hombres, fusilando a casi todos los prisioneros, sin distinción de jerarquías, inclusive al General Costa, héroe de Martín García, que dieciocho años atrás se había batido bizarramente contra los franceses defendiendo la soberanía argentina en dicha isla.
Este hecho, conocido con el nombre de matanza de Villamayor, constituyó toda una extralimitación de los jefes, ya que el decreto de fusilamiento expedido por el gobierno provincial, iba dirigido sólo contra los cabecillas del intento, no obstante lo cual se dio muerte también a la tropa. A pesar de haberse abolido desde 1852 la pena de muerte por causas políticas, ello no fue óbice para que las ejecuciones se consumaran.
Tan poco edificante acontecimiento era saludado con alborozo por Sarmiento desde la prensa porteña, y por su deplorable hecho, Mitre se hizo acreedor a un banquete en el Club del Progreso.
Las invasiones de Flores y de Costa, provocaron nuevos distanciamientos entre Urquiza y Buenos Aires. Esta provincia acusaba a la Confederación como instigadora de tales movimientos. Urquiza, por su parte, negaba haberlos apoyado y fustigaba la penetración de Mitre en territorio santafesino. Lo cierto es que el país retrocedía al caos del período 1820-1835.
(Fuente: "Apuntes para la historia de Junín", René Pérez, 1950)
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