En la mañana de la histórica jornada del 17 de octubre de 1945, los historiadores juninenses Roberto Carlos Dimarco y Héctor Daniel Vargas en su libro "Evita Casamiento en Junín", ubican a Eva en nuestra ciudad, alojada en la casa de su familia al 171 de calle Arias.
Estaba distante del creciente encolumnamiento de obreros que espontáneamente al llegar a las fábricas se dirigieron unos a la casa de gobienro platense y otros, al centro de Buenos Aires. "Eva, de pronto, se encontró inmersa -dicen Dimarco y Vargas- en los corrillos políticos de su patria chica quie especulaban sobre la solución definitiva a la acefalía en la comuna juninense a propósito de la renuncia de su cuñado el mayor (r) Arrieta. Le cuentan de las aspiraciones del Dr. Dulbecco y de un posible interinato a cargo del hasta hace poco jefe del radicalismo de San Antonio de Areco, un inspector de rentas llamado Gabino Tapia, que vivía en La Plata. Del ex convecino Carlos M. Rincón, virtual secretario municipal y de la renuncia del Dr. Marqués a la dirección de Asistencia Pública. No faltó a los comentarios el traslado del teniente coronel Julio Reinaldo Lobos, jefe del Regimiento 15 de Caballería al Regimiento de Ganaderos; la noticia había trascendido el día anterior con motivo de la jura de la bandera".
También detallan los historiadores juninenses: "Pero esta visita, realizada en la más absoluta reserva, pues no trascendió el marco familiar más íntimo, tenía un doble propósito. Por supuesto, fortalecerse espiritualmente con las tan añoradas muestras de amor, y también, brindar garantías legales a su integridad física y patrimonail. Es que todo era muy incirto para ella. Había tomado una decisión. Abstrayéndose por un momento de la inceridumbre adoptó una determinación previsora. Aconsejada por Subiza y valiéndose de los servicios del escribano Hernán Ordiales, hombre de confianza de su cuñado, el abogado Alvarez Rodríguez, estaba en Junín, porque quería rubricar un poder"
Le importaba sobremanera dejar salvada incluso la instancia de un no totalmente descartado viaje al exterior o hacia algún rincón alejado de Buenos Aires o cualquier otra eventualidad que afectara a su persona.
Y aquí es necesario aclarar -dicen los investigadores históricos juninenses- que sind emérito de su excepcional trascendencia, no corresponde atribuirle a Eva Duarte una función decisiva en el reclamo popular que en aquellas horas se estaba gestando. No cabe duda que conocía a los sindicalistas y líderes gremiales que visitaban a Perón en el departamento de calle Posadas, pero aún no tenía la ascendencia en los medios obreros que alcanzó más tarde. Esa es la realidad. Ella misma lo reconoció.
RETORNO A LA CAPITAL
Entre la ola de rumores que inundaba la ciudad de Buenos Aires al caer la tarde del martes, trascendió lo sustancial del diálogo mantenido horas antes por sindicalistas con el general Avalos y el secretario de Aeronáutica brigadier Sustaita transmitido al Comité Confederal. "El coronel Perón no está detenido -dijeron- y las conquistas sociales serán respetadas". El ministro de Guerra para apaciguar las expresiones de protesta llegó a afirmarlo a los medios de prensa.
A las 6.33, el coronel y sus acompañantes habían desembarcado de la lancha torpedera P19 de prefectura, que recaló en el muelle de la Compañía de Hidroaviones Alfa.
La casona familiar de Eva tenía teléfono Al número 744 la llaman desde la Capital Federal para confirmar la veracidad del anticipo que había hecho público en forma exclusiva el diario La Prensa en la víspera. Su prometido el coronel Perón, había sido trasladado al Hospital Militar Central "Cirujano Mayor Dr. Cosme Argerich".
Eva quiere verlo. Acompañada de su hermano Juan y el doctor Subiza en un automóvil "Buiick" color negro con chapas blancas cuando aún no había promediado la mañana, toma la ruta General San Martín -nacional 7- rumbo a Buenos Aires. Otras versiones indican que Eva habría estado en las inmediaciones del Hospital Militar aguardando la llegada de su novio.
Se iba de Junín, adonde regresaría pronto, casi sin saberlo para protagonizar el acto más trascedente de su vida. En ese momento tan solo, se llevaba las múltiples recomendaciones de sus seres queridos. Años más tarde, su hermana Erminda, interrogada sobre este episodio, a la pregunta "¿Temía usted por la vida o seguridad de Eva", respondió: "No porque mi madre siempre nos educó de un modo que no teníamos miedo ni perdíamos la calma. Claro que eso no impidió que nos asustáramos un poquito" (Testimonio en revista "Siete Días Ilustrados". Bs. As. Nro.350) También, la tranquilidad de haber otorgado el poder que resguardaba un patrimonio no muy importante, pero que le había insumido muchos sacrificios.
Atrás dejaba una ciudad que lentamente comenzaba a manifestarse en su adhesión al retorno del coronel Perón. Los sectores más sensibilizados fueron los del trabajo.
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