En las inmediaciones del Fuerte Federación tenía sus toldos una tribu que reconocía como jefe al cacique Santiago Yanquelén o Llanquelén. Esta tribu fue en sus comienzos enemiga de las autoridades pero más tarde, merced especialmente al tacto y habilidades de Juan Manuel de Rosas en el trato con los indios, se transformó en un pacífico vecino del Federación, matizada desde luego esta conducta con alguna defección.
La composición de la tribu en 1834 era la siguiente:
A la suma resultante del cuadro precedente debemos agregar el capitanejo Traial con 12 indios, 9 chinas y 10 chicos quienes no figuraban en la relación de los componentes de la tribu, elevada en el referido año: 1834 a la consideración del gobierno.
En consecuencia, la tribu de Santiago Yanquelén se componía de 1519 personas.
EL PARLAMENTO
Anteriormente hicimos referencia a la invasión de una partida de indios en Melincué y Cruz Alta, hecho este que determinó el enojo del gobernador de Santa Fe Estanislao López y la consiguiente carta de Rosas al coronel García que ya extractamos (ver link)
Veamos pues el desarrollo del parlamento que se desarrolló en Federación, propiciado con Rosas con este motivo. Además de Yanquelén participaron los caciques Catriel y Cachul, quienes se hicieron representar por dos capitanejos. Los representantes de Rosas e integrantes al mismo tiempo de la comisión eran el mayor Manuel Baldabenito, mayor Pablo Costas y capitán Ramón Coyuepán, quienes arribaron a Federación el 14 de marzo de 1835.
El comandante del Fuerte, coronel Mariano García, inmediatamente dio aviso a Yanquelén de la llegada de la comisión. Al día siguiente esta viajaba hacia la toldería del cacique siendo recibida por éste a cierta distancia del campamento.
Las instrucciones de Rosas a la comisión eran precisas y terminantes como indica uno de sus párrafos: "Pero si yo llegase a descubrir que algunos de los indios de Llanquelén tenían parte en el robo o que eran consentidores, o que sabiendo algo no habían dado parte, o que pudiendo perseguirlos no lo habían hecho, que en tal caso ni un solo instante tardaría en montar a callo, yo mismo para irlos a atacar de muerte hasta acabarlos por la traición que me habían jugado.
Pero que si esto no lo he hecho y si ahora solo les mando consejos, es porque todavía no puedo creer que esos indios sean capaces de una traición y delito semejantes".
Este era, como se comprenderá, el primer y más importante tema a tratar en la conferencia. El segundo era el relativo a los cautivos que tenía Yanquelén en sus toldos. En esa parte decía Rosas en sus instrucciones: "que por el contrario los indios de Llanquelén son desobediente y que no solo son amigos de hacer lo que se les de la gana, sino que ni a sus caciques obedecen y esto es en su misma contra porque si así siguen soberbios, y no son humildes y obedientes, el mal ha de ser para ellos, porque al fin Dios les ha de mandar el castigo".
Otro cargo de Rosas a Yanquelén y que debía tratarse en esa emergencia era que según aquel, algunos indios del cacique tenían comunicación con los enemigos. A este respecto decía Rosas que la comisión le hiciera presente "que si así sigue esto en adelante, ya no sufriré más una conducta que tanto perjudica".
El cuarto cargo era el hecho, sugestivo para Rosas, que a pesar que Yanquelén sabía que los indios habían estado robando cerca de Melincué, salía de Federación sin permiso de la autoridad y hasta sin avisar, circunstancia que hacía dar mayor crédito a las sospechas de que él mismo era el jefe de la mencionada invasión. "Que esto -decía Rosas- es muy malo, muy malísimo y que en adelante se guardase de hacerlo".
El último era el punto siguiente: "Debe decírsele a Llaquelén y sus indios que si no han de seguir mis consejos, me lo digan claro, pero si lo han de seguir, entonces yo necesito contarlos para arreglarles mejor la mantención porque eso está hasta la fecha en un completo desorden por no tener yo una cuenta de todos, chicos y grandes, como las tengo en las indiadas que están en Tapalqué, Tandil, Bahía Blanca, Río Colorado y Patagones".
El parlamento se realizó dentro de las instrucciones de Rosas. El capitán Coyuepán leía en castellano los cargos y consejos de Rosas y luego Baldebenito hacía de intérprete de sus palabras.
La conferencia dio por resultado que Yanquelén prometiera absoluta fidelidad a Rosas, obligándose también a entregar todos los cautivos que tuviera en su poder aunque solicitando que se le permitiera conservar cuatro mujeres durante algunos días a fin de que enseñasen a coser a las indias. Además confesó ser cierto el cargo que le formulara Rosas de tener entre sus indios, algunos de tribus enmigas.
Al conocer este último las consecuencias del parlamento, resolvió no acceder al pedido de permanencia de las cuatro cautivas porque -decía-: "Yo quiero salir de una vez de esto". Con respecto a una de esas mujeres que según el cacique deseaba casarse con un indio por la Iglesia, "eso estoy conforme en permitirlo siempre que el indio se quiera cristianar también pues que de otro modo no podría ser. Si en esto conviene el Indio y la cautiva es gustosa; puede ella venir en mi presencia con el novio y yo mismo los haré casar para que luego regresen con la bendición de Dios y la mía para que sean felices", escribió Rosas.
La celebración del parlamento originó un cambio de cartas entre Rosas y el coronel Mariano García que era, entonces, Comandante accidental del departamento Norte y residía en Federación. En una de ellas, este último expresaba: "Ya dije a V.E. en mi última comunicación relativa al Cacique Llanquelén que después de haberlo hecho llamar dos veces con el lenguaraz para informarle de los indios que debían acompañarme en caso de mover la fuerza, lo hice llamar también por medio de una carta conducida por un oficial y que contestó que vendría a los tres o cuatro días. Cuande ya lo esperaba se presentó el capitanejo Quichudeo diciendo que no podía venir Llanquelén porque los indios Pulman se habían descontentado con los de Calquin por una mujer y estaban resueltos a retirarse por lo que salía con cien indios a atacarlos.
Después lo he vuelto a llama a orden de V.E. con el lenguaraz y contestó que después vendría y aparecío quejoso porque yo no le daba licencia para pasar a la capital siendo así que sobre esto ya le había comunicado que su solicitud la había elevado a conocimiento de V.E. Lo cierto es que aún no ha aparecido a tantos llamamientos y que no ha dado noticia alguna de los dos cautivos grandes que quedó en buscar y entregar y así no se que pensar de este Cacique.
Pero lo notable es, que en aquel mismo tiempo a que me avisó de la alarma de los Pulman, dos hijos de este, y otros indios más pasaban al Salto en la mayor quietud y volvieron del mismo modo. Además he preguntado a varios indios sobre la desavenencia de Pulman y Calquin y todos me dicen que no han sabido nada, ni Llanquelén ha salido con tales cien indios. Hace cerca de dos meses que estoy llamándolo y esperándolo para notificarle la orden de V.E. y nada puedo conseguir y esta conducta me pone en cuidado; sin embargo yo espero que V.E. me ilustre sobre lo que debo hacer en este caso".
La respuesta de Rosas, como de costumbre, no se hizo esperar (García escribió su misiva el 29 de junio de 1835 y el "restaurador de las Leyes" le respondió el 1 de agosto), en estos términos: "De carrera acuso recibo a su estimada del 29 anterior, diciéndole que por ahora solo puedo contraerme puramente a lo más preciso de su contenido, reservándome contestar lo más pronto que pueda a sus notas pendientes, precisamente sobre este asunto de Llanquelén. Lo que hay es que este indio tiene la cabeza llena de cuentos y que está desconfiando de usted. Mandó tres indios a Tapalqué dirigidos al cacique Cachul a decirle que me mandara este parlamento por ese conducto porque usted no le permitía que él y sus indios bajasen a la ciudad, que usted ea sospechoso. Cachul me mando luego sus chasques con el aviso; y yo les he contestado como corresponde, lo mismo que al cacique Catriel Todo lo que usted mandó decir a Llanquelén debe ser dicho a sus chasques en junta general en Tapalqué para que tenga más fuerza e importancia y deben regresar los expresados chasques a los toldos de Llanquelén llevándole mis contestaciones".
YANQUELEN Y LAS PROMESAS DE FIDELIDAD A ROSAS
En este nuevo parlamento debía recordarse expresamente a Yanquelén, las solemnes promesas de fidelidad hechas a Rosas oportunamente.
Por otra parte, en esta carta Rosas ordenaba a García que dijera al expresado cacique "que después de este juramento, en vez de cumplirlo venía ahora desentendiéndose de todo y con una sarta de mentiras, tramoyas y maldades, que me habían desagradado en sumo grado, en cuya virtud debía sin demora entregar a usted esos indios en la inteligencia de que si así no lo hacía, se acabaría para siempre nuestra amistad.
Le mando a decir también que eso de desconfiar porque Usted no le había permitido venir a verme era otra solemne picardía, pues que debía hacerse cargo que usted no podía dar licencia sin orden mía, ni podía contestarle sin que yo resolviese...Con trescientos soldados que usted tenga disponible en esa montados de cuatro caballos de sobra para ir dondequiera, sin ningún temor de salir mal, pues que además de estar esos indios que han quedado muy escasos de armas, les han tomado mucho miedo a los soldados de mi mando... Lo que conviene mucho es que vea usted si se puede hacer de algunos baqueanos de los campos de los ranqueles, de entre los mismos indios y cristianos que hayan criadose por allá. Para ello podría tratar usted dos o cuatro indios de los que se consideren aparentes y proponerles un buen jornal mensual a ver si tomándole gusto a este aliciente se contaba con ellos".
Tales son las partes esenciales de la carta de Rosas. Durante toda la época en que gobernó este último, la tribu de Yanquelén combatió con lanzas que llevaban la divisa federal en sus moharras.
Santiago Yanquelén fue el tipo clásico del cacique de los indios pampas. Su conducta variaba según las circunstancias y las conveniencias. Pese a sus juramentos de fidelidad, pasaba de la lealtad a la traición con suma facilidad; de ahí que nunca se estaba seguro de su sinceridad. Precisamente, tendremos ocasión, más adelante, de referirnos a su trágica muerte acaecida a raíz de una traición al comandante del Fuerte, coronel José Corvalán.
La composición de la tribu en 1834 era la siguiente:
Gráfico extraído del libro "Apuntes para la historia de Junín", de René Pérez, 1950 |
En consecuencia, la tribu de Santiago Yanquelén se componía de 1519 personas.
EL PARLAMENTO
Cacique Catriel |
Veamos pues el desarrollo del parlamento que se desarrolló en Federación, propiciado con Rosas con este motivo. Además de Yanquelén participaron los caciques Catriel y Cachul, quienes se hicieron representar por dos capitanejos. Los representantes de Rosas e integrantes al mismo tiempo de la comisión eran el mayor Manuel Baldabenito, mayor Pablo Costas y capitán Ramón Coyuepán, quienes arribaron a Federación el 14 de marzo de 1835.
El comandante del Fuerte, coronel Mariano García, inmediatamente dio aviso a Yanquelén de la llegada de la comisión. Al día siguiente esta viajaba hacia la toldería del cacique siendo recibida por éste a cierta distancia del campamento.
Juan Manuel de Rosas |
Pero que si esto no lo he hecho y si ahora solo les mando consejos, es porque todavía no puedo creer que esos indios sean capaces de una traición y delito semejantes".
Este era, como se comprenderá, el primer y más importante tema a tratar en la conferencia. El segundo era el relativo a los cautivos que tenía Yanquelén en sus toldos. En esa parte decía Rosas en sus instrucciones: "que por el contrario los indios de Llanquelén son desobediente y que no solo son amigos de hacer lo que se les de la gana, sino que ni a sus caciques obedecen y esto es en su misma contra porque si así siguen soberbios, y no son humildes y obedientes, el mal ha de ser para ellos, porque al fin Dios les ha de mandar el castigo".
Otro cargo de Rosas a Yanquelén y que debía tratarse en esa emergencia era que según aquel, algunos indios del cacique tenían comunicación con los enemigos. A este respecto decía Rosas que la comisión le hiciera presente "que si así sigue esto en adelante, ya no sufriré más una conducta que tanto perjudica".
El cuarto cargo era el hecho, sugestivo para Rosas, que a pesar que Yanquelén sabía que los indios habían estado robando cerca de Melincué, salía de Federación sin permiso de la autoridad y hasta sin avisar, circunstancia que hacía dar mayor crédito a las sospechas de que él mismo era el jefe de la mencionada invasión. "Que esto -decía Rosas- es muy malo, muy malísimo y que en adelante se guardase de hacerlo".
El último era el punto siguiente: "Debe decírsele a Llaquelén y sus indios que si no han de seguir mis consejos, me lo digan claro, pero si lo han de seguir, entonces yo necesito contarlos para arreglarles mejor la mantención porque eso está hasta la fecha en un completo desorden por no tener yo una cuenta de todos, chicos y grandes, como las tengo en las indiadas que están en Tapalqué, Tandil, Bahía Blanca, Río Colorado y Patagones".
El parlamento se realizó dentro de las instrucciones de Rosas. El capitán Coyuepán leía en castellano los cargos y consejos de Rosas y luego Baldebenito hacía de intérprete de sus palabras.
La Cautiva, retratada en 1880 por el pintor uruguayo Juan Manuel Blanes. |
Al conocer este último las consecuencias del parlamento, resolvió no acceder al pedido de permanencia de las cuatro cautivas porque -decía-: "Yo quiero salir de una vez de esto". Con respecto a una de esas mujeres que según el cacique deseaba casarse con un indio por la Iglesia, "eso estoy conforme en permitirlo siempre que el indio se quiera cristianar también pues que de otro modo no podría ser. Si en esto conviene el Indio y la cautiva es gustosa; puede ella venir en mi presencia con el novio y yo mismo los haré casar para que luego regresen con la bendición de Dios y la mía para que sean felices", escribió Rosas.
La celebración del parlamento originó un cambio de cartas entre Rosas y el coronel Mariano García que era, entonces, Comandante accidental del departamento Norte y residía en Federación. En una de ellas, este último expresaba: "Ya dije a V.E. en mi última comunicación relativa al Cacique Llanquelén que después de haberlo hecho llamar dos veces con el lenguaraz para informarle de los indios que debían acompañarme en caso de mover la fuerza, lo hice llamar también por medio de una carta conducida por un oficial y que contestó que vendría a los tres o cuatro días. Cuande ya lo esperaba se presentó el capitanejo Quichudeo diciendo que no podía venir Llanquelén porque los indios Pulman se habían descontentado con los de Calquin por una mujer y estaban resueltos a retirarse por lo que salía con cien indios a atacarlos.
Después lo he vuelto a llama a orden de V.E. con el lenguaraz y contestó que después vendría y aparecío quejoso porque yo no le daba licencia para pasar a la capital siendo así que sobre esto ya le había comunicado que su solicitud la había elevado a conocimiento de V.E. Lo cierto es que aún no ha aparecido a tantos llamamientos y que no ha dado noticia alguna de los dos cautivos grandes que quedó en buscar y entregar y así no se que pensar de este Cacique.
Pero lo notable es, que en aquel mismo tiempo a que me avisó de la alarma de los Pulman, dos hijos de este, y otros indios más pasaban al Salto en la mayor quietud y volvieron del mismo modo. Además he preguntado a varios indios sobre la desavenencia de Pulman y Calquin y todos me dicen que no han sabido nada, ni Llanquelén ha salido con tales cien indios. Hace cerca de dos meses que estoy llamándolo y esperándolo para notificarle la orden de V.E. y nada puedo conseguir y esta conducta me pone en cuidado; sin embargo yo espero que V.E. me ilustre sobre lo que debo hacer en este caso".
La respuesta de Rosas, como de costumbre, no se hizo esperar (García escribió su misiva el 29 de junio de 1835 y el "restaurador de las Leyes" le respondió el 1 de agosto), en estos términos: "De carrera acuso recibo a su estimada del 29 anterior, diciéndole que por ahora solo puedo contraerme puramente a lo más preciso de su contenido, reservándome contestar lo más pronto que pueda a sus notas pendientes, precisamente sobre este asunto de Llanquelén. Lo que hay es que este indio tiene la cabeza llena de cuentos y que está desconfiando de usted. Mandó tres indios a Tapalqué dirigidos al cacique Cachul a decirle que me mandara este parlamento por ese conducto porque usted no le permitía que él y sus indios bajasen a la ciudad, que usted ea sospechoso. Cachul me mando luego sus chasques con el aviso; y yo les he contestado como corresponde, lo mismo que al cacique Catriel Todo lo que usted mandó decir a Llanquelén debe ser dicho a sus chasques en junta general en Tapalqué para que tenga más fuerza e importancia y deben regresar los expresados chasques a los toldos de Llanquelén llevándole mis contestaciones".
YANQUELEN Y LAS PROMESAS DE FIDELIDAD A ROSAS
En este nuevo parlamento debía recordarse expresamente a Yanquelén, las solemnes promesas de fidelidad hechas a Rosas oportunamente.
Por otra parte, en esta carta Rosas ordenaba a García que dijera al expresado cacique "que después de este juramento, en vez de cumplirlo venía ahora desentendiéndose de todo y con una sarta de mentiras, tramoyas y maldades, que me habían desagradado en sumo grado, en cuya virtud debía sin demora entregar a usted esos indios en la inteligencia de que si así no lo hacía, se acabaría para siempre nuestra amistad.
Le mando a decir también que eso de desconfiar porque Usted no le había permitido venir a verme era otra solemne picardía, pues que debía hacerse cargo que usted no podía dar licencia sin orden mía, ni podía contestarle sin que yo resolviese...Con trescientos soldados que usted tenga disponible en esa montados de cuatro caballos de sobra para ir dondequiera, sin ningún temor de salir mal, pues que además de estar esos indios que han quedado muy escasos de armas, les han tomado mucho miedo a los soldados de mi mando... Lo que conviene mucho es que vea usted si se puede hacer de algunos baqueanos de los campos de los ranqueles, de entre los mismos indios y cristianos que hayan criadose por allá. Para ello podría tratar usted dos o cuatro indios de los que se consideren aparentes y proponerles un buen jornal mensual a ver si tomándole gusto a este aliciente se contaba con ellos".
Tales son las partes esenciales de la carta de Rosas. Durante toda la época en que gobernó este último, la tribu de Yanquelén combatió con lanzas que llevaban la divisa federal en sus moharras.
Santiago Yanquelén fue el tipo clásico del cacique de los indios pampas. Su conducta variaba según las circunstancias y las conveniencias. Pese a sus juramentos de fidelidad, pasaba de la lealtad a la traición con suma facilidad; de ahí que nunca se estaba seguro de su sinceridad. Precisamente, tendremos ocasión, más adelante, de referirnos a su trágica muerte acaecida a raíz de una traición al comandante del Fuerte, coronel José Corvalán.
Que interesante saber sobre nuestra historia y un poco mas de nuestras raices nativas.
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