Un Carlitos en la ciudad

Por: Rody Moirón





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El 7 de noviembre de 1933 Carlos Gardel se embarcó en el Conte Biancamano, con destino a Europa. Luego su gira se extendió a Estados Unidos y Latinoamérica, para no regresar jamás a nuestro país. En ese periplo, el 24 de junio de 1935, el fuego de un aeroplano volvió efímero su cuerpo y eternizó su voz y su mito. 
Tres meses antes de su viaje, el 3 de agosto, en el cine teatro Crystal Palace de Junín, el zorzal criollo había brindado su última presentación en Argentina. 
Pero no fue esa la única vez que actuó en la ciudad, ya lo había hecho en enero del '30, en junio del '23 y, por primera vez, en agosto de 1913. 
En aquella primera oportunidad Gardel llegó a la estación ferroviaria de Junín junto a José Razzano y Francisco Martino. Allí los estaba esperando Isaac Hirundovsky, el organizador local del espectáculo.El zorzal pisó los andenes ante la total indiferencia de los presentes; tenía veintitrés años, todavía utilizaba su apellido materno –Gardés- y aún no era una figura consagrada.
 Eran las nueve de la mañana y la actuación recién sería a la noche, por lo que Hirundovsky les preguntó a los artistas qué deseaban hacer. Gardel, un tanto saturado de los trajines urbanos, le dijo que le gustaría pasar un día al aire libre, haciendo alguna actividad lúdica. Entonces el empresario les propuso ir de pesca y los recién llegados aceptaron con agrado. Y para pertrecharse con algunas provisiones los llevó a un autoservicio que tenía con su familia, que se llamaba “El hogar hebreo”, en donde recogieron mortadela, pan y una damajuana de vino.En el negocio Gardel quedó flechado, inmediatamente, por la hermana de Isaac, una bella joven que trabajaba de cajera y que se llamaba Andorina. Pero apenas pudo hablar con ella porque Hirundovsky se mostró algo receloso.Con las vituallas y unas cañas de pescar, el empresario los llevó a pescar ranas a la laguna de Tierra del Fuego –actual plaza Domingo Faustino Sarmiento-. 
Pero a último momento Martino argumentó que no se sentía bien y que iría a descansar al hotel. 
Sobre la actividad que realizaron Gardel, Razzano e Hirundovsky en la laguna no hay registros, pero un semanario gastronómico de la época, llamado “Raviolandia”, tenía una sección con notas de color y, en el ejemplar que se editó con posterioridad a la visita de los artistas, se publicó un artículo sobre la actuación descollante de Gardel y menciona, como al pasar, que Martino había estado gran parte del día en el local de los Hirundovsky.En la noche del concierto Andorina estuvo sentada en segunda fila y Gardel solo tuvo ojos para ella, brindándole todas sus canciones a su presencia. Y durante un momento en que el público hizo pogo, al tiempo que coreaba “El sol del 25”, el Zorzal aprovechó y le deslizó a la joven una esquela en donde le decía que la esperaría, más tarde, en la esquina de Aparicio y Julio Campos. La mujer le respondió con una caída de ojos. Martino advirtió la escena, se puso un poco nervioso, y en lugar de un la menor tocó un fa mayor disminuido. Gardel ni se dio cuenta de ello.Al final del espectáculo Carlitos debió quedarse un tiempo más en el lugar, firmando autógrafos y dándole notas a la prensa local. Cuando terminó, sus compañeros ya no estaban. 
Totalmente entusiasmado subió por Arias, dobló en Julio Campos y al llegar a la esquina de la cita encontró a Andorina a los besos con Martino.“Tarde piaste” dicen que le dijeron la muchacha y su compañero al unísono. 
Había cobrado, por la actuación, cien pesos. Más de lo que un obrero ganaba en un mes. Y con el corazón roto en dos los perdió jugando al ludo en un garito de calle Primera Junta.La relación entre los dos músicos no volvió a ser la misma. 
Al día siguiente, en General Viamonte, Martino dejó el trío, Gardés se cambió de nombre y allí surgió el mítico dúo Gardel – Razzano. 
Carlitos nunca olvidó a Andorina y la perdonó y, cuando regresó a la ciudad, diez años más tarde, fue a buscarla al Hogar Hebreo. Pero en su lugar encontró un taller de reparación de ruedas de sulky que atendía las veinticuatro horas. 
Jamás volvió a verla ni a saber sobre ella. 
Se sospecha que la letra del tango “Golondrinas” fue escrita por Le Pera inspirado por la historia entre Gardel y Andorina Hirundovsky.


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