El recuerdo del Padre Luis Santamaría y su mensaje: "Es bueno tener la memoria histórica, es importante, pero para construir, no para guardar rencores»

El sacerdote marianista falleció el domingo 8 de julio. En una entrevista que el periodista Roberto Carlos Torres mantuvo en 2006 recuerda cómo fue su secuestro durante la dictadura cívico militar en 1976. Su testimonio. «El delito que cometimos, no solamente yo, sino varios, era querer hacer el bien, buscar la justicia y promocionar a la gente», dijo hace 12 años en el reportaje con el director de juninhistoria.com. Su trabajo espitirual de siempre en el barrio "Emilio Mitre".






Este domingo se conoció la noticia del fallecimiento del Padre Luis Santamaría (SM) recordado sacerdote que cumplió una meritoria tarea pastoral y educativa en el colegio de la orden en nuestra ciudad, tanto en la década del ´70 como posteriormente, regresado al país desde fines de la dñécada del ´90 hasta avanzada la primera década del siglo XXI.

En el año 2006, en oportunidad de cumplirse treinta años del golpe cívico-militar de 1976, tuve la oportunidad de dialogar en una nota que fue publicada en ese momento por el diario Democracia en una serie de notas especiales que escribí para dicho matutino juninense con motivo de cumplirse las tres décadas de la noche más negra de la historia argentina.

Comparto con ustedes dicha entrevista publicada en la edición del 24 de marzo de 2006:

El padre Julio Santamaría, quien hace cuarenta y un años fue ordenado sacerdote, pertenece a la Orden Marianista. Llegó a Junín en 1973, procedente de Capital Federal. En nuestra ciudad -con cuarenta años de edad- ejercía el cargo de profesor de Lengua y Literatura, en el secundario y en cuanto a las actividades pastorales, se caracterizó siempre por el trabajo con los jóvenes, con actividades propias como reuniones de formación y campamentos se tenía la intención clara de contribuir a una promoción humana y cristiana, yendo a los barrios, a levantar una casa o ayudar a una humilde familia a mejorar su vivienda, visita a los asilos de ancianos, algo que sigue haciendo hoy en día.

El religioso, previo a su llegada a nuestra ciudad, también desplegó una fuerte tarea pastoral siempre junto a la juventud y él mismo cuenta que de esos muchachos de Capital, ocho desaparecieron: tres hermanos, uno casado y una pareja que el niño no desapareció porque en el momento de ser detenidos estaba en casa de la abuela.

«El delito que cometimos, no solamente yo, sino varios, era querer hacer el bien, buscar la justicia y promocionar a la gente», comenzó diciendo al referirse a lo que le tocó vivir en nuestra ciudad, y agregó: «Los jóvenes de aquí de Junín tenían 17-18 años, eran adolescentes y solamente tenían como actividad hacer algo por los demás. El cristiano no solamente tiene que rezar, estar en la capilla o dentro de la iglesia, sino que hay todo un trabajo de promoción social, luchar por la justicia e intentar ir haciendo un mundo un poco mejor».

El sacerdote afirmó que «simpatizábamos con los curas del Tercer Mundo, con la Teología de la Liberación, con Helder Cámara en Brasil. Eramos curas que estábamos por la promoción humana, luchando en la zona donde estábamos, junto al más necesitado. Yo me clasificaría en el campo de seguir el Evangelio en la línea que tuvo Jesús, que optó por los más pobres, que criticó a los de arriba, que se la jugó y como se la jugó lo mataron».

La detención y su Vía Crucis

Una noche en la que estaba descansando, se montó todo un operativo militar rodeando la cuadra en la que se encuentra el Colegio Marianista, ingresando a la fuerza a las habitaciones donde dormían los integrantes de la comunidad religiosa. Fueron directamente a buscarlo al Padre porque lo consideraban un «ideólogo», «el motivador» y «el comunista».

«Me llevaron, me esposaron, me vendaron los ojos, me golpearon todo lo que quisieron y me llevaron a la comisaría de calle Gandini. Yo calculé eso porque iba contando las cuadras, pensando dónde me llevaban. Me imaginé lo que podía pasar porque esto venía preparándose. No lo creíamos pero se dió», contó.

Posteriormente fue llevado a la ciudad de La Plata, después fue soltado, traído a Junín y a la semana le comunicaron que «era motivo de conflicto entre los militares del regimiento de acá y que me llevaban a La Plata para hacerme unas preguntas, que nunca me las hicieron».

Fue llevado al cuartel de policía de La Plata, donde permaneció con los ojos tapados, esposado, con las manos hacia atrás. «Allí no me maltrataron, más allá de estar esposado todo el día, sin poder hablar pero oíamos gritos de gente que era torturada», siguió contando el padre Luis.

Allí permaneció una semana «junto a otra gente. -siguió contando- Los que estábamos uno al lado del otro nos pasábamos los teléfonos, para que cuando, si alguien salía, enseguida se comunicara con los familiares del otro. Después de una semana, me metieron en el baúl de un auto y partimos en dirección a Junín. Al llegar a Chacabuco, se detuvieron y allí creí que llegaba mi final, pero se comunicaron con Junín para ver qué hacían». Supone el padre Julio, por haber escuchado ladridos de perros, que se habían parado en un campo. Y no estaba equivocado al suponer lo peor porque tiempo después se enteró que en ese lugar estaba planeado que se lo asesinara por «intento de fuga».

Sin embargo, recibieron sus captores una orden contraria. Atribuye Julio esto a que «pudo haber intervenido Galtieri, porque casualmente yo tuve a su hijo de alumno, así que se enteró, buscó y dijo al padre lo que pasaba conmigo».

De esta manera, el religioso es trasladado a Devoto y «allí respiré, porque estaba ‘blanqueado’», dijo.

«Mis superiores, gente del Obispado, se movió por todos lados. Lograron ubicarme y a los pocos días se presenta uno de los militares que me pregunta qué quería yo y por supuesto, lo que quería era dejar esa prisión. Después me hacen el pasaporte, llegan luego con todos los papeles», narró. Sale de Devoto escoltado con una tanqueta de la fuerza naval, dirigiéndose hacia Ezeiza con la orden de que me subiesen al avión. Allí me esperaba un marianista con una valija porque «llevaba un mes sin ducharme».

Así aborda el avión que lo llevaría luego a España, donde recibió atención médica por los golpes y lesiones que sufrió. Lejos de amedrentarlo lo vivido en Argentina, Julio -demostrando el heroísmo y la fortaleza que solamente lo tienen quienes están convencidos de vivir lo que sienten y piensan, comprometidos con el Evangelio- sigue trabajando en un barrio marginal.

El regreso

En España permaneció unos veinte años. En 1990 volvió a Junín, aunque solamente de visita, en un reencuentro por demás de emocionante que incluyó una misa en la iglesia Nuestra Señora de Fátima.
A su regreso al país, fue enviado al límite entre Santiago del Estero y Chaco y desde hace cinco años se estableció nuevamente en Junín continuando con la actividad educativa y pastoral que hace treinta años fueron interrumpidas por la brutalidad y la demencia.

Hoy, junto a los jóvenes de este tiempo, Julio sigue trabajando pastoralmente en el barrio «Emilio Mitre», dentro de la jurisdicción de la parroquia San José, con apoyo escolar, talleres, formación religiosa y por supuesto siguiendo con su objetivo de promoción humana.

Memoria para construir

Consideró el religioso marianista a este diario que «hay que tener memoria histórica. Un pueblo se alimenta de hechos que han pasado, a los que hay que tenerlos presentes para construir sabiamente un futuro sin caer en los errores y crímenes que pasaron en la Argentina. Es bueno tener la memoria histórica, es importante, pero para construir, no para guardar rencores».




















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