Mi profesor y amigo Alberto Merino: Semblanza a cargo de la profesora Edith Iparraguirre

 



En 1955 ingresé en la Escuela Nacional de Comercio en primer año del secundario. Alberto Merino fue nuestro profesor de Geografía. Nos enseñó su materia muy bien, es el día de hoy que recuerdo las definiciones de isotermas, isoietas y otras más.
 
Jamás habló de temas políticos, solo de su materia y toda inquietud que se presentara relacionado con temas de interés de sus alumnos. Cuando cae el presidente Perón, es separado del cargo, algo inentendible, porque era profesor con título y nunca hizo política partidaria.

En ese entonces él se va a trabajar con quienes serían sus cuñados a Buenos Aires.
 
En un acto de justicia le devuelven sus cátedras en el Colegio Nacional y en la Escuela de Comercio.
Después fuimos colegas, lo admiré siempre por su dominio en la asignatura, su calidad humana y ser una gran persona.

Luego pasa a ser Director de la Escuela de Comercio en forma ´provisoria y ahí se dio una relación diaria porque yo era Inspectora Zonal de Educación Media y Superior a nivel nacional y tenía la sede en el establecimiento de su dirección.

Mantenía extensas conversaciones sobre los temas inherentes al cargo que ejercía la suscripta, ya que mis autoridades tenían su asiento en Buenos Aires y muchas veces tenía necesidad de compartir situaciones con docentes en funciones, y era Alberto quien me daba una mano y otro punto de vista de los hechos cotidianos.
Cuando se llama a concurso para cubrir los cargos directivos en forma titular, Alberto Merino se presenta, aprueba, pero después se hace el ofrecimiento por orden de mérito y la profesora Olga Iriarte pasa, por corresponderle, a ser la Directora de la Escuela de Comercio. Entonces él acepta la Rectoría del Colegio Nacional de Junín, cargo que ocupó hasta el momento en que por un decreto nacional fueron jubilados todos los docentes que cumplían con las exigencias de esa disposición legal.

Mientras fue Rector del Colegio Nacional, me dieron su colegio para supervisar, función que pude cumplir sin inconvenientes por ser Alberto Merino una persona muy ubicada, educada y con gran apertura (no actuó nunca pensando que había sido mi profesor y que me conocía desde niña).

Quedan en mi memoria tantos hechos significativos de mi carrera que nunca se borraron ni olvidaron.

Estuvo casado con Dolores Martín, profesora de Lengua y Literatura, tenía dos hijos a quienes educó y formó como personas de bien.

Luego del fallecimiento de Loly como la llamaban, él decidió ir a una casa de cuidado de personas mayores porque sus hijos no vivían en Junín.

Compartimos las actividades del Instituto de Cultura Hispánica mientras cumplió su ciclo en Junín.

Fue un docente verdadero, de gran vocación, un gran maestro y más allá de su materia, influía con sus valores en la formación de sus discípulos.
Edith Iparraguirre, autora de la nota 


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